Me encanta verlos dormir. La paz que traslucen sus rostros me conmueve. Entonces pienso que todos un día fuimos bebés. Todos, de algún modo, transmitimos esa paz. Todos levantamos nuestros bracitos para descansar. Todos nos perdimos en el dulce sueño de la infancia.
Todos. Aún Hitler y Stalin, aún Bin Laden y el ladrón de la colonia. Los que hoy rebosan en dinero y los pobres, los políticos y las estrellas de cine. Los barrenderos y los profesores. Todos un día dormimos con la placidez de la inocencia.
¿En qué momento nos fuimos mal? ¿Cuándo desviamos la mirada y elegimos herir, lastimar o vengarnos?
Mi oración es que al crecer ustedes sean gente de paz y de bondad. Que la luz de Jesús brille en sus vidas. Pues todos fuimos un día bebés. Pero no todos hoy seguimos la paz.
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