El atavío de la mujer cristiana

“Asimismo”: en cuanto a los varones, que oren en todo lugar, sin ira ni contiendas; en cuanto a las mujeres, que se atavíen de ropa decorosa, teniendo el mismo espíritu de santidad que se requiere de los hombres.
“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos”.
“Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido”.
La mujer debe “vestir” su hombre interior primero; entonces no tendrá problemas con el atavío del hombre exterior.
Efes. 4:24, “y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”. Véase también Col. 3:10, 12, 14. Pablo bien describe la ropa (el uniforme) del cristiano que se debe llevar todo el tiempo. Este es el vestido que llevar en casa, y cuando salga de viaje. Es el vestido que llevar en vacaciones. Es el vestido apropiado para tiempos alegres y para tiempos difíciles. Es el vestido que debe llevar todos los días y de todas las noches. Si al morir todavía lleva este vestido, no importará cuantas flores se lleven al sepelio ni cuantos elogios se pronuncien.
El atavío externo debe corresponder perfectamente al atavío del hombre interior.

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