El Cabo de Buena Esperanza.

Estabais sin Cristo… sin esperanza y sin Dios en el mundo.Efesios 2:12.

Mediante el cual (Cristo) creéis en Dios… para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.1 Pedro 1:21.

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Hasta 1497 la punta sur de África fue llamada el Cabo de las Tempestades, pues en esa confluencia entre el Océano Índico y Atlántico las tempestades eran frecuentes y violentas. Pero en 1497 el navegante Vasco de Gama consiguió pasar el cabo y descubrió la ruta marítima a la India. Entonces fue llamado el Cabo de Buena Esperanza, pues a partir de ahí las valiosas riquezas tan deseadas, tales como la seda, el té, las especias y, sobre todo, el oro se volvieron accesibles.

En la vida de cada persona hay esperanza de mejorar, de hallar soluciones; y eso es lo que da un sentido, una razón de vivir. Sin esperanza no hay futuro. ¡Pero cuántas esperanzas frustradas! Esperar un mundo mejor se ha vuelto una idea ilusoria y utópica. Poseer cada vez más bienes materiales no satisface las necesidades de afecto. Cumplir con los ritos religiosos no aporta certezas a nuestra alma.

Sin embargo, en el transcurso de los siglos innumerables hombres y mujeres pusieron su esperanza en una persona llamada Jesucristo, y jamás se arrepintieron. Al pasar a ser su Salvador personal, Jesús dio un sentido a sus vidas. La Biblia y sus promesas fueron una guía en todos los episodios de su historia. Resistieron a las tormentas apoyándose en la fidelidad de Dios, un Dios vivo que diariamente se revela a sus hijos. Así el creyente, quien ha creído en la obra de Cristo, tiene la seguridad de su salvación eterna, de un futuro feliz y eterno.


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