El Camino de la Vida Eterna.

Entrad por la puerta estrecha… porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida.Mateo 7:13-14.

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.1 Juan 5:13.

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En Francia, en una esquela de defunción leí la siguiente frase: «Nos dejaste llevando contigo tus alegrías, tus tristezas y tus secretos».

La muerte es, en efecto, una situación irreversible respecto a los asuntos terrenales, pero también es el vencimiento del tiempo que fija nuestra posición eterna ante Dios. Entonces surge una pregunta: ¿Llevaré conmigo la multitud de mis pecados acumulados durante mi vida? Si no los reconocí, los confesé y me arrepentí ante Dios por ellos, la gracia divina no los puede borrar, por lo tanto permanecen inscritos en los libros de Dios. Morir sin que sus pecados hayan sido perdonados significa excluirse de la presencia de Dios eternamente. Es imposible que Dios reciba en su Casa a alguien con sus pecados, pues en la ciudad celestial no entrará “ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27).

La Biblia nos dice claramente que sólo durante nuestra vida terrenal podemos recibir el perdón de nuestros pecados, y que cada uno es individualmente responsable de acudir a Jesús. Si confiamos en él, podremos vivir sin temor a la muerte. Tendremos la convicción de que Jesús, quien murió en la cruz para darnos la vida eterna, nos guardará hasta el momento en que debamos dejar este mundo. Él dijo: “Os tomaré a mí mismo” (Juan 14:3).


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