El Consuelo Divino.

Consuelo Divino¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.Salmo 43:5.

Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.Salmo 46:1.

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El consuelo de un amigo nos hace bien, pero es humano y no deja de ser más o menos superficial. Pero cuando nuestro Padre celestial interviene con su sabiduría, su amor y su inteligencia, ¡qué recursos tan apropiados, qué consuelo encontramos en él!

Sea cual sea la prueba, el dolor físico o moral, Dios sabe consolarnos. Vayamos a él, depositemos en él nuestra confianza, contémosle nuestras tristezas. Él espera que se las expresemos mediante palabras, suspiros o lágrimas. Ninguno de nuestros sufrimientos escapa a Dios. Sus consuelos son infinitos y satisfacen todas nuestras necesidades, por muy grandes y variadas que sean.

Asaf dijo: “Mi carne y mi corazón desfallecen” (Salmo 73:26). ¡Qué angustia hay en esta expresión! Su dolor físico (mi carne) se unía al sufrimiento interior (mi corazón), pero añadió con confianza: “La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre… el acercarme a Dios es el bien” (v. 26-28).

Lo que anima al creyente es sentir la presencia divina, el sostén mediante una mano tendida (v. 23), tener la seguridad de que puede aferrarse a Dios como a una roca firme. Su fe es puesta a prueba para que pueda brillar, a fin de que Dios, quien no falla en cuanto a su título de Consolador, sea glorificado.


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