El derrumbe de las mega-iglesias

Por: Pastor Samuel Santana
En la pequeña ciudad de Vega Baja, Puerto Rico, tropecé en una librería con el libro titulado “Como pastorear una iglesia pequeña”. Me llamó profundamente la atención.
En ese entonces yo empezaba a fundar la Iglesia Evangélica Asambleas de Dios Remanso de Amor. Realmente no creí que alguien pudiera haber escrito un libro dedicado a ese tema y menos que pudiera tener éxito con la venta.
Eran los tiempos cuando el mundo evangélico estaba profundamente inmerso en dos grandes temas: 1) Desarrollo del liderazgo (poder) y, 2) el igle-crecimiento. Los libros, los seminarios, las conferencias, reuniones, estudios y todo estaban enfocados sólo a estos dos aspectos.
La fiebre era conocer sobre cómo dirigir a los demás y cómo lograr tener la iglesia más grande de la comunidad.
Sin embargo, sin darnos cuentas poco a poco fuimos cambiando el perfil de la verdadera iglesia de Cristo y el carácter del verdadero ministro del Señor.
Los obreros, pastores, ministros y líderes fueron asumiendo una actitud cada vez más enfocada a lo mercadológico, técnico, estratégico y, hasta, político. La pugna, las diatribas y la lucha por el poder no se hicieron esperar tanto a lo externo como a lo interno de las organizaciones evangélicas.
El afán por el poder y por tener la iglesia más grande produjo muchas tensiones. Las reglas de juego se violentaron en muchos órdenes.
Las llamadas mega-iglesias empezaron a amenazarlo todo. Se percibía como que iban a barrer a todas las demás comunidades de fe pequeñas establecidas, hasta por muchos años, en los diferentes sectores. Eran como esas cadenas comerciales gigantes que opacan los pequeños negocios de los pueblos, barrios y sectores. ¿Qué bodega o ventorrillo sobrevive frente a un Wallmart? Desde el púlpito de la Catedral de Cristal Dante Gebel aconseja a los miembros de iglesias pequeñas salirse de ahí.
Nadie quería quedarse atrás.
El afán llevó a recurrir a los modelos conocidos en Centro, Sur América y Estados Unidos. Y esto produjo tensión a lo interno de las instituciones tradicionales.
Hoy nos damos cuenta que el afán por el poder afectó terriblemente las relaciones sanas de otrora entre siervos de Dios.
Y, finalmente, todo apunta a que el concepto de mega-iglesia no es sostenible.
Ahora mismo la Catedral de Cristal acaba de presentar una solicitud de quiebra ante el estado americano por una deuda virtualmente inmanejable de 55 millones de dólares. Hill Hybel, pastor de la famosa iglesia norteamérica Willow Creek, llegó a admitir en una conferencia de liderazgo que había gastado millones de dólares pensando si ayudaría realmente a la gente, siendo todo lo contrario.
En un artículo muy interesante publicado en la revista Pentecostalidad, el doctor Osías Segura, quien es un misionólogo costarricense y asesor teológico para la Red Viva de América Latina, expone varias razones para el desplome de las mega-iglesias. Veamos:
Primero, las mega-iglesias se enfocaron en los creyentes de otras iglesias en lugar de buscar a los perdidos en el mundo. Realmente no había gran interés en las almas. “Con el tiempo la cantidad de visitantes mermó, y la congregación se tornó en ser más exclusiva que inclusiva”.
Segundo, la falta de cuidado pastoral. Segura dice que algunas mega-iglesias no desarrollaron un ministerio enfocado en grupos pequeños. ¿Cómo se puede atender pastoralmente a miles de personas? Al menos en grupos pequeños se puede brindar cuidado. Pero, al prestarse más atención a las actividades masivas que a los grupos pequeños, estas iglesias empezaron a declinar más rápidamente. Se les olvido que una iglesia grande crece siendo pequeña. Mientras me pregunto: ¿Quién cerrará la puerta trasera? Otras iglesias han adaptado modelos abusivos como el modelo de los 12, G12, G8, o la visión. Piden total lealtad, compromiso, y entrega que llega a sacrificar a la familia, el empleo, y la salud de las personas. En algunas de estas iglesias se solicita que todo y toda aquella que sea parte del proceso, firme un «contrato de la corporación celestial», donde la persona se somete a una total obediencia y alianza espiritual al pastor-apóstol. ¡Y qué hay de Cristo? Abusos espirituales y de poder se cometen con estos modelos, todo por el crecimiento de la iglesia, pero no del Reino.
Tercero, la falta de cuidado pastoral. En las mega-iglesias el enfoque está en los programas y no en las personas. Los miembros deben esperar meses para ver a su pastor y recibir alguna consejería u orientación. Es que “los pastores generales generales (i.e., celebridades, carismáticos, CEOs) encontraron que la gente los seguían a ellos, pero no a Cristo”.
Cuarto, los mensajes no están fundados en la Palabra de Dios sino que son una composición de elementos psicológicos enfocados en la superación personal, el éxito, el dinero y un futuro brillante. Es lo que se conoce como psicología popular. Estudie o analice con cuidado a estos predicadores de televisión con sus mega-iglesias y verá que es poco lo que le hacen a la Biblia. Si usted quiere conocer acerca de las últimas películas de Hollywood o de los libros exotéricos o de superación personal, entonces, escuche los sermones de Dante Gebel. Es como un supermercado que tiene de todo. Pero habla de su conexión con los recursos del mundo. ¿Cómo es posible hablar en el púlpito de las obras diabólicas de Narnia?
El resultado de esto es tener creyentes por toda América Latina y Estados Unidos ignorantes de los principios básicos de la Palabra de Dios. “La gente llegó a saber más de sicología aplicada que de principios bíblicos para su vida cristiana”.
Quinto, los números no siempre se corresponden con la realidad económica. Algunas de estas mega-iglesias al no requerir membresía provocó que muchos nunca se comprometieran con sus  ofrendas. “Tal vez el 20% de los asistentes servían en ministerios y sostenían las finanzas de la iglesia. Los demás parecían ser visitantes recurrentes sin ningún compromiso. Los grandes edificios e instalaciones se convirtieron en algo difícil de mantener. ¡Cayeron en un círculo vicioso! No se pueden contratar más pastores para atender a los no atendidos (80% de los asistentes) pues las instalaciones, y los altos salarios de las celebridades, y otro personal tragaban lo que el 20% de sus asistentes donaban. Eso motivo a que la iglesia empezara a ser administrada como una empresa en vez de ser un instrumento para el Reino”.
Esto se contrapone a los gastos enormes de estas entidades gigantes con los pagos para programas de televisión, radio, internet, etc. etc.
Sexto, la falta de solidez en una doctrina bien definida. Esto por la falta de formación teológica de sus líderes y porque el contenido de las enseñanzas están fundamentadas en la piscología popular y no en la Palabra de Dios.
Séptimo, el mercadeo se convirtió en la herramienta más importante para diseñar su modelo.
Octavo, Segura afirma que a los pastores generales de las mega-iglesias les gusta hablar de trabajo en equipo. “Pero las decisiones se toman en la alcoba y no con los otros pastores. Aun peor, sus equipos lo componen sus clones. Lideres que ellos mismos han domesticado, y que fueron contratados por confianza y no por su currículum y capacidad profesional. Ninguno de estos líderes contratados tiene el valor de contradecir al pastor general, pues es un equipo jerárquico, y no democrático. ¿Es eso trabajo en equipo? ¿Quién contrata y despide pastores en las megaiglesias? Trabajo en equipo requiere de una organización plana, nunca jerárquica”.
Noveno, a pesar de ser iglesias con cierta pasión por afectar la sociedad con el evangelio, su apoyo a las misiones o ministerios transculturales es mínimo. Su enfoque no está allá, sino aquí. Toda la energía está enfocada en el show del domingo. El presupuesto habla por sí solo. Es increíble notar el presupuesto operativo de estas iglesias, en comparación con el presupuesto que brindan a misioneros, y programas sociales. El hecho de estar gorditos no significa que estemos sanos.
“Décimo y último aspecto es ese fuerte énfasis teológico en la prosperidad en algunas de las mega-iglesias, más que todo de corte neopentecostales. ¡La teología eje de estas iglesias es la prosperidad! Si uno prospera es señal de fidelidad hacia y bendición de Dios. Prometen a todos poder recibir la prosperidad si siembran con fe. Sin embargo, es interesante que algunas de estas iglesias explican (no muy abiertamente) que los que reciben tal promesa de prosperidad necesitan de ciertos requisitos espirituales y morales cercanos a la descripción ético-espiritual de San Francisco de Asís. En otras palabras, yo puedo sembrar todo lo que pueda, pero si no prospero es por algún pecadillo en mi vida (pecado aún de omisión que la misma persona pueda ignorar). ¡La cosa es que no hay forma de perder ni ganar en este negocio de argumentos en cuanto a la siembra y la cosecha!”
Otras razones que podríamos incluir aquí son los niveles de transparencia con que se manejan estas iglesias. ¿A nombre de quién está todo el patrimonio? ¿A quiénes les dan cuenta de todos sus recursos y la forma en que lo gastan? Se trata de un verdadero problema en medio de una institucionalidad escasa.

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