El Ministerio de la Mujer en la Iglesia – J.A. Holowaty

El ministerio de la mujer en la Iglesia

J.A.Holowaty

Usted sin duda ya habrá visto o escuchado predicar a damas que desempeñan el cargo de “Pastoras y Reverendas” sin que nadie en la iglesia lo cuestione. ¿Es que acaso ahora podemos cambiar los principios bíblicos delineados en la Escritura sobre el pastorado? ¿O será que necesitábamos más de 1.900 años para descubrir que las mujeres también tienen derecho al pastorado? Si es así, ¡qué descubrimiento! ¡Cuántas mujeres piadosas a lo largo de los siglos perdieron esta oportunidad por causa del machismo del varón! ¡Y qué injusticia de la que han sido víctimas tantas hermanas! Muchas iglesias se han dividido a raíz de este serio problema. Mientras que otros hermanos junto con sus familias se han alejado de la comunión porque no pueden encontrar una iglesia que se ajuste a los principios bíblicos. La cruzada “pro mujeres pastoras” comenzó hace algunos años, principalmente entre los carismáticos, algunas iglesias de tipo pentecostal o abiertamente liberal. Sin embargo, hoy en día, hay también iglesias bautistas que se enorgullecen “por haber superado esta discriminación injusta contra las mujeres”. Lo que se alega es… “Que si Dios la llamó, nadie le puede impedir este cargo…” Para poder aclarar esta situación debemos volver a la Biblia, la cual ha sido descuidada por todos aquellos que abogan por el pastorado de las mujeres. Ellos tienen sus argumentos, que de acuerdo con el punto de vista humano, hasta parecen razonables, tal como que… “Dios no discrimina a nadie porque para él todos somos iguales” o “Que si Dios llamó a tal o cual hermana, nuestro deber es aceptar lo que él decide” o “… Que si no hay varones suficientes en la iglesia o los que hay no hacen nada y por eso la hermana tuvo que tomar las riendas de la iglesia”, etc.

Los Requisitos Pastorales

El Apóstol Pablo no era pastor, era misionero. La diferencia entre ambos es que el misionero entra en un campo nuevo, donde no existe una sola iglesia cristiana y comienza a ganar almas hasta que Dios le concede algunas familias. Es probable que al comienzo desempeñe actividades pastorales, porque no hay quien lo haga, pero una vez que llega un pastor o alguien entre los hermanos se constituye como líder, el misionero toma sus cosas y busca otro campo nuevo. Mientras, la iglesia sigue trabajando con el pastor al frente.

El Espíritu Santo usó al Apóstol Pablo para que nos diera todos los requisitos del pastorado y qué tipo de persona podía desempeñar este cargo. Tengamos bien presente que no son las ideas de Pablo, sino que tal como ocurre con toda la Escritura, fue el Espíritu Santo quien le reveló al apóstol lo que debía escribir respecto al carácter y funciones del pastor. “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo” (1 Ti. 3:1-7). En la Epístola de Pablo a Tito, encontramos otra lista muy parecida. Dice: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:5-9).

Estos dos pasajes bíblicos nos hacen ver que el pastorado no es asunto de decisión arbitraria de alguna iglesia en particular, de alguien que se postula con autoridad eclesiástica. De un grupo, un cónclave de individuos quienes deciden cómo será la iglesia o quién o qué clase de persona estará al frente. No hay nada que adivinar en cuanto al pastor – sus cualidades, testimonio, familia, carácter, su vida conyugal, su reputación ante los incrédulos, su capacidad para enseñar, su personalidad – si no es pusilánime o timorato, la forma cómo maneja su hogar, su actitud hacia el dinero, su inclinación a la hospitalidad, ambiciones, amor por las almas y vida de oración.

Si Pablo cubre tantas facetas sobre los requisitos del pastor ¿cómo es posible que no diga una sola palabra en cuanto a la mujer pastora? Hay varias exigencias que el apóstol enumera, que de ninguna manera podrían aplicarse a una mujer, como por ejemplo que debe ser “marido de una sola mujer”. Ninguna hermana podría satisfacer este requisito. Es sólo natural que si el pastorado también fuera para la mujer, Pablo hubiera dicho, “Sea la obispa esposa de un solo marido” o algo por el estilo. Es fácil ver a través de la Biblia cómo Dios siempre trató sus asuntos con el varón y no con la mujer. Como primero, creó a Adán primero que a Eva. Sobre esto el apóstol dice: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:11-14). Mientras que a la mujer le dice, “no permito a la mujer enseñar”, al hombre le indica que debe ser “apto para enseñar”.

El pastorado exige mucha enseñanza, por lo tanto un pastor nunca puede estar en silencio, porque es muy poco lo que puede enseñar si está callado. Quiera o no tiene que hablar, en cambio la mujer sí puede darse el lujo de permanecer en silencio en el templo y con esta actitud “enseñ[ar] a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tit. 2:4,5).

Las hermanas verdaderamente santas son aquellas que instruyen a las recién casadas, carentes de experiencia, a que sean buenas esposas; a que aprendan a preparar los alimentos; a cuidar su casa y mantener bien alimentados y sanos a sus hijos; a que sean ahorrativas; a que aprendan a conducirse con sus esposos. ¡Este debe ser parte del pastorado de nuestras hermanas en la iglesia! Cuando Dios anunció el nacimiento de Isaac, primero se lo comunicó a Abraham y luego a Sara. Asimismo, cuando el nacimiento de Jesús. A María sólo le notificó la parte que correspondía, “que iba a concebir milagrosamente”, pero a José le dijo “qué nombre debían ponerle al niño”. Más tarde vemos que también le dijo a José que “debían huir a Egipto”. Y cuando estaban en Egipto le notificó “que era el momento de regresar a su tierra”. ¡Así era y es Dios, porque es inmutable!

Cada vez que la mujer se le adelantó al hombre fue para mal, porque no era la voluntad Divina, sino su propio albedrío. ¿Recuerda lo ocurrido en el Edén, con Eva, la serpiente y el fruto prohibido? En cierto modo, Adán aceptó “el ministerio de la mujer” cuando obedeció a Eva. Es probable que Eva le dijera que Dios le había hablado. Adán tal vez no había aceptado el hecho de que Dios le habla directamente al varón y que éste a su vez le transmite el mensaje a su esposa e hijos. A esto se refiere Pablo cuando dice: “Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Ti. 2:13,14). Pero si es así, ¿porqué las mujeres asumen el pastorado? Aunque por falta de tiempo y espacio no puedo profundizar demasiado en este breve estudio, voy a compartir con usted algunas cosas.

La Rebelión en contra de Dios

En estos últimos años hemos visto los llamados movimientos “feministas” con sus demandas de salarios iguales y por desempeñar puestos en las fuerzas militares, donde después de probar por un tiempo, algunas mujeres han desistido por no poder soportar físicamente sus exigencias. Pese a todo, este espíritu de que… “somos iguales”, “de que tenemos los mismos derechos”, sigue en pie. La iglesia tampoco ha podido escapar de esta modalidad moderna de rebelión. ¿Pero es realmente moderna? Si comenzó con Eva no es para nada reciente. Esta “cruzada pro mujeres pastoras” no es algo aislado del resto de los acontecimientos reservados para los últimos días. No debemos extrañarnos porque vendrán incluso otras modalidades peores como producto de la rebelión contra Dios, contra la Biblia y la iglesia. ¡Y todo dentro de la propia iglesia que se llama cristiana!

Para acelerar la Apostasía

Esto de las “pastoras” no es lo único en que se están desviando los cristianos. Satanás necesita de las mujeres en sus cargos claves para acelerar su agenda de corrupción para así leudar con la levadura del pecado, la masa de la iglesia (1 Co. 5:6 y Gá. 5:9). Se acerca a pasos agigantados el tiempo cuando el cristiano bíblico no hallará una sola iglesia donde congregarse. Las mujeres pastoras no son la única muestra de rebelión. Estamos viendo Biblias mutiladas, alabanzas ensordecedoras, manifestaciones “espiritualistas” que más parecen locura voluntaria. “Ministros y ministros” con poderes para tirar al suelo a quien se cruce en su camino y endemoniar a quien no está para así tener a quien “expulsar”. Es urgente que las iglesias cristianas estudien este asunto de las mujeres pastoras junto con todo el “paquete de apostasía” predicha en las Escrituras para los últimos días. La pregunta no es si las mujeres pueden ser pastoras, porque esto es claro en la Biblia. La cuestión es: ¿Estamos dispuestos a mantenernos firmes en contra de toda apostasía o terminaremos por ceder? “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado” (2 P. 2:1,2).

Es una muestra de decadencia

Si observa lo que ocurre hoy en algunas iglesias que fueran tradicionalmente bíblicas, notará que el servicio generalmente lo dirige una mujer, varias de ellas o los jóvenes. Uno tiene la impresión que el pastor así lo quiere, pero no siempre es el caso. Lo que ocurre es que en varias iglesias “el líder” es la propia esposa del pastor. Es probable que cuando esté en su casa, el pastor reciba órdenes claras de su esposa de cuál debe ser su deber y que no se le ocurra siquiera resistir “… a la libertad de espíritu”. Ya he visto ese cuadro en varias iglesias, en México, Chile, Argentina, Paraguay y en Estados Unidos. Pero, ¿por qué el pastor no ocupa su lugar? ¡Por qué ya Dios está mostrando sus juicios! ¡El tiempo en que se hacían bien las cosas ya es historia! Permítame presentarle un interesante paralelo en el Antiguo Testamento. Dios dice por medio del profeta: “Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorean de él…” (Is. 3:12a). “¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes banquetean de mañana!” (Ec. 10:16). Dios nos dice: “Y les pondré jóvenes por príncipes…” lo cual implica que no fueron los jóvenes quienes lo buscaron, sino que fue voluntad Divina. Por años la iglesia ha dejado de cumplir con la misión evangelizadora. Se ha dormido hasta el punto que Dios dejó de llamar al ministerio sagrado a hombres moldeados por él, permitiendo que jóvenes sin experiencia alguna, guitarra en mano y con tremendos amplificadores, tomaran las riendas en sus manos y metieran al mundo dentro de los templos consagrados al Señor. Las mujeres por otra parte, primero se enseñorearon en los hogares por la indiferencia de los hombres y luego hicieron alianza con los jóvenes para implantar un nuevo orden de cosas, ofreciendo sus “alabanzas” con “fuego extraño”, a no dudar a dioses también extraños.

Notamos que en Su Palabra, Dios siempre se presenta como “el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob”. No dice que “es Dios de Sara, de Rebeca y Raquel”. El orden de Dios es que la responsabilidad total de la familia esté a cargo del varón. Dios suple las necesidades materiales y espirituales de la familia, a través del padre y esposo. Tristemente los papeles han cambiado, porque el hombre se ha negado a desempeñar su papel. En lugar de representar a Dios ante su esposa e hijos, es una miserable mascarita dominical, exhibiendo el esqueleto de un padre y esposo pródigo mientras se pasa la vida hurgando en los basurales del deporte, la vida cómoda, la apatía hacia el estudio de la Biblia y la ambición de grandeza, poder y riqueza.

Isaías nos dice: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados aman el dormir. Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender, todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado” (Is. 56:10,11). Pareciera que Isaías estuviera hablando de nuestros pastores. De las consecuencias que ha generado tanto descuido, tanto abandono, soberbia e indulgencia. Haga la prueba en su propia iglesia. Comience a abrir las Escrituras ante jóvenes y mayores, exponga sin temor las verdades bíblicas, denuncie el pecado, hable del juicio venidero, de la santidad y de la pureza y notará como el fuego comenzará a arder en el púlpito. Entonces, tal como dijera Spurgeon, “Encienda la llama en su púlpito y los hombres correrán a ver el incendio”, pero yo agrego: ¡Cuidado con el fuego extraño! No confunda las aberraciones de la carnalidad, con el poder de Dios.

Todo esto de las “mujeres pastoras” junto con el resto del paquete de apostasía que corresponde a los tiempos finales, es en realidad un desprecio claro a la santidad del pastorado, a la singularidad de los deberes pastorales, y un rechazo a lo establecido por Dios respecto al funcionamiento de Su iglesia. Mientras muchas hermanas andan con chismes, boicoteando las actividades de las pocas que trabajan y esparciendo chismes, Satanás está de fiesta al entretenerlas con pecados “siempre frescos”, “Que si tal hermana me dijo… Que si la otra no me dijo… Que no me saludó.. Que me ignora… Que parece que todo lo que hago siempre está mal… Que desprecian a mis hijos… Que me marginan”, etc. Por otra parte, ¿qué hacen las hermanas cuando se reúnen? No es necesario ser adivino para saberlo: Hablan de enfermedades, de otras damas, de la que no está casada y espera un bebé, de aquella otra que parece que anda con fulano, del peinado, de las cremas, de la buena ropa que se consigue a bajo precio en tal lugar, etc. Claro está, algunas de estas cosas no son malas, pero si esto es todo lo que tienen las damas en sus reuniones, entonces ya han perdido el camino y el motivo de sus reuniones.

Las verdaderas mujeres santas

Son varias las características comunes que identifican a la cristiana verdadera, tal como la vida de oración, la lectura de la Palabra, la asistencia fiel a todos los servicios, el ser hacendosas en el hogar, ahorrativas, prolijas, cuidadosas de sus maridos e hijos y que casi nunca se quejan. Pero vayamos mejor a la Palabra de Dios y para saber qué méritos exhibieron esas damas que están mencionadas en la Escritura como siervas de Dios y en qué se les debe imitar:

La Sunamita

Esta piadosa mujer vivió en los días del profeta Eliseo y era a no dudar muy generosa, ¡Dichosa sería una iglesia si pudiera contar con mujeres generosas! Dice la Escritura acerca de ella: “Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros se quede en él. Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió” (2 R. 4:8-11).

Sobre esta singular hermana, la sunamita, hay varios aspectos que convienen destacar para que nadie quede con la impresión equivocada. Lo primero que debemos decir es que la apariencia del profeta, no era nada elegante, ni distinguida o lujosa. Si uno no era una persona espiritual, no era ningún privilegio hospedar a un profeta de Dios. Estos hombres vestían muy pobremente, no contaban con medio alguno de transportación, es casi seguro que no tenían ni ropa para cambiarse. Vivían como nómadas, yendo de un lugar a otro, mal alimentados, sufridos, avejentados prematuramente y poco populares. El autor de la Epístola a los Hebreos los describe así: “…Anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados y maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (He. 11:37b,38).

A pesar del aspecto exterior del profeta, esta hermana lo ayudó. Después de verlo varias veces, llegó a la conclusión que era un varón de Dios. Algo hubo en su comportamiento, en su conversación, que la llevó a esta conclusión. Por eso le sugirió a su esposo que le improvisaran una sencilla habitación para hospedarlo cuando fuese necesario. ¡Qué ministerio el de esta hermana! ¡Qué ejemplo para las hermanas de hoy! ¡Qué oportunidad de hacer algo por la causa del Señor! Y yo me pregunto: ¿Cuántas de las “pastoras o reverendas” modernas, estarían dispuestas a identificarse con un hombre así? Si lee en la Escritura sobre Eliseo y su ministerio se dará cuenta que Dios lo usó poderosamente, pero no hay duda que parte de su recompensa irá a manos de esta pareja de Sunem. El ministerio que desempeñó esta hermana de Sunem fue el de la hospitalidad.

Dorcas

Lo que primero llama mi atención es que el nombre de esta hermana Dorcas, significaba “Gacela”. Y la Biblia nos dice de ella: “Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Ésta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó” (Hch. 9: 36-40). A esta hermana nadie la llamó para que desempeñara tal o cual ministerio en la iglesia, sin embargo, ayudaba a los pobres. Además, tenía la habilidad de ser una gran modista, una costurera de primera línea. A pesar de haber resucitado de entre los muertos, a Dorcas no se le ocurrió comenzar a recorrer las iglesias para contar sus fantásticas experiencias durante esas horas que estuvo fuera del cuerpo. Es posible que los amigos de las pastoras de hoy, le hubieran dicho: “Hermana Dorcas, he tenido una revelación y el Señor me dijo que usted debe ser ordenada para el pastorado. Hermana usted tuvo una experiencia única. Su testimonio es intachable y su capacidad casi insuperable. Usted debe ser la pastora de esta iglesia”. Cuando nos alejamos de la Escritura e ignoramos lo que dice tan claramente sobre el pastorado, es entonces cuando comenzamos a invocar absurdos para formar un ejército de pastoras en una nueva modalidad, alegando que “Los tiempos han cambiado y que debemos colocar la iglesia a la altura de nuestro siglo de igualdades”. Es cierto que en la Biblia leemos sobre mujeres que desempeñaron cargos que generalmente correspondían al varón y que la Escritura no oculta estas excepciones, pero allí no se encuentra un solo caso de una mujer que desempeñara el cargo de pastora. La palabra “pastora” sólo está mencionada una vez en la Biblia y sobre esto dice: “Mientras él (Jacob) aún hablaba con ellos, Raquel vino con el rebaño de su padre, porque ella era la pastora” (Gn. 29:9). Aquí la palabra “rebaño” no significa gente, sino ovejas. Lo que el versículo dice literalmente es que Raquel era pastora porque cuidaba ovejas que eran propiedad de su padre Labán.


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