El ministerio del apóstol Juan en su madurez (semana 11)

El ministerio del apóstol Juan en su madurez (semana 11)
LUNES
Lectura bíblica:
Mt 3:1-4; Lc 1:39-44; Ro 6:4; 7:6; 12:2
Leer con oración:
«Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer» (He 8:13).
LA TRANSICIÓN DEL ANTIGUO AL NUEVO TESTAMENTO
La palabra de Dios es viva y siempre nueva. Cuando estamos en el espíritu, la voluntad del Señor nos es revelada cada vez más. Damos gracias al Señor, porque hoy, ya no estamos bajo el ministerio de la letra, sino del Espíritu: el ministerio del nuevo pacto.
En esta semana veremos el ministerio de Juan el Bautista, que fue el precursor del Señor Jesús (Mt 3:1-3).
El objetivo de Dios al comisionar a Juan el Bautista, era que hiciera la transición del Antiguo al Nuevo Testamento y preparara el camino para el ministerio del Señor Jesús. La principal finalidad de su ministerio era llevar a las personas al arrepentimiento, es decir, a tener un cambio de manera de pensar y dejar el antiguo pacto para dar lugar al nuevo pacto.
Desde antes de su nacimiento, Juan ya sabía que Aquel que estaba en el vientre de María era el Cristo, el Hijo de Dios. El evangelio de Lucas relata que Juan el Bautista saltó en el vientre de Elisabet, su madre, y ella fue llena del Espíritu Santo al recibir la salutación de María, que estaba embarazada de Jesús (Lc 1:39-44).
Cuando comenzó su ministerio, aunque era el hijo de un sacerdote y formaba parte de la casa sacerdotal, Juan el Bautista dejó de lado las tradiciones del servicio a Dios, que estaban basadas en el Antiguo Testamento.
Él no usaba las vestiduras tradicionales, que era usada por los sacerdotes, sino que se vestía con pelo de camello y tenía un cinto de cuero; su alimentación no venía de las ofrendas del templo, sino que estaba constituida por langostas y miel silvestre; además, él no oficiaba delante del altar, sino vivía» en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para la remisión de
pecados (Mt 3:1,4). Al romper con esas tradiciones, Juan el Bautista quería mostrar que el sacerdocio del Antiguo Testamento estaba teniendo un fin, para dar inicio al Nuevo Testamento.
Asimismo, hoy necesitamos dejar de lado las tradiciones aún existentes en nuestro servicio a Dios, pues son éstas las que impiden que renovemos nuestra mente. Debemos estar dispuestos a ser renovados, pues solamente así serviremos a Dios en novedad de vida y experimentaremos la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Ro 6:4; 7:6; 12:2). ¡Amén!
Punto clave: Servir a Dios en novedad de vida.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Cuál es la principal finalidad del ministerio de Juan el Bautista y cómo puede aplicarla a su experiencia

MARTES
Lectura bíblica: Mr 1:2b-4, 7; Ap 2:5ª ,16; 3:19
Leer con oración:
Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras» (Ap 2:5ª).
LA PREPARACIÓN PARA LA VENIDA DEL REY
Como precursor del Señor Jesús, Juan el Bautista tenía el ministerio de prepararle el camino, conforme está registrado en el libro de Isaías, y también según leemos al principio del evangelio de Marcos: «He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón
de pecados» (1:2b-4; cfr. Mt 3:1-3).
El ministerio de Juan el Bautista no era para sí mismo, sino para el Rey del reino de los cielos. Al predicar el arrepentimiento para remisión de pecados y bautizar a aquellos que se arrepentían, él estaba preparando a las personas para la primera venida del Señor Jesús.
En su predicación decía: «Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado» (Mr 1:7). Como Juan el Bautista era sólo un precursor, su ministerio fue establecido para producir, con anticipación, condiciones apropiadas para Aquel que estaba por venir.
Juan el Bautista predicaba al pueblo de Israel que, para entrar en el reino de los cielos, la condición era el arrepentimiento de los pecados. El arrepentimiento es un cambio de manera de pensar, un cambio de opinión, de dirección. Cuando vivíamos en pecado, nuestros pensamientos nos conducían lejos de Dios y nuestra opinión era contraria a Él, pero, desde el momento en que la luz del evangelio de la gracia nos alcanzó, fuimos constreñidos por el amor de Dios en nuestro corazón y tuvimos un cambio de manera de pensar. Entonces confesamos nuestros pecados y recibimos el perdón de Dios y la salvación en el espíritu. Así, nuestra mente, que antes nos alejaba de Dios, fue cambiada. Por medio del arrepentimiento pasamos a estar bajo el gobierno del Rey del reino de los cielos (Lc 15:7). ¡Gracias a Dios!
A fin de preparamos para la segunda venida del Señor Jesús, aún necesitamos arrepentirnos. Pese a que ya fuimos salvos por Su gracia y fuimos reconciliados con Dios, no podemos permanecer como estamos. No sólo el pecado nos aleja del Señor, sino también nuestra vida del alma que se resiste a la voluntad de Dios. Frente a esto, el camino que debemos tomar diariamente para tener acceso al reino de los cielos es el arrepentimiento (Ap 2:5ª, 16; 3:19). ¡Amén!
Punto clave: Estar bajo el gobierno del Rey del reino de los cielos.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Qué significa tener un arrepentimiento genuino?

MIERCOLES
Lectura bíblica: 1 Co 3:13; 1P 1:7, 22; 4:12
Leer con oración:
Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Mt 3:11).
BAUTIZADOS EN ESPÍRITU SANTO Y FUEGO
Como vimos ayer, Juan el Bautista conducía a las personas al arrepentimiento, a fin de que tuvieran un cambio de manera de pensar para que fueran introducidas en el nuevo pacto, que sería firmado posteriormente por, el Señor Jesús.
Muchos iban hasta él para ser bautizados: los de Jerusalén, de toda Judea y de todos los alrededores del Jordán. Al confesar sus pecados, Juan el Bautista les decía: «Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Mt 3:11).
En este pasaje son citados tres bautismos: en agua, en Espíritu Santo y en fuego. El bautismo en agua era el de Juan el Bautista. Quien se bautizaba en agua daba un testimonio exterior del arrepentimiento de sus pecados, de su cambio de manera de pensar.
El bautismo del Señor Jesús es en Espíritu Santo y fuego. En el pasado, pensábamos que ese fuego se refería al fuego que no puede ser apagado (cfr.Mr 9:43), y que, si alguien no era bautizado en el Espíritu Santo, sería bautizado en el fuego, es decir, sería condenado eternamente. No obstante, actualmente fuimos más iluminados y vimos que la Biblia nos habla con claridad que Jesús bautizaría en Espíritu Santo «y» en fuego.
Cuando recibimos al Señor Jesús, fuimos bautizados en el Espíritu, en nuestro espíritu humano, y a partir de entonces, también pasamos a ser bautizados en fuego. Este fuego no es el de la condenación eterna, sino el fuego del Espíritu que arde interiormente, para probarnos y purificarnos de las impurezas de nuestra alma (1 Co 3:13; 1 P 1:7, 22; 4:12).
El bautismo en agua nos salvó de los pecados y también de permanecer en nuestra vieja mente; el bautismo en Espíritu Santo y en fuego es para nuestra santificación, purificación y transformación. iAlabado sea el Señor! i
Punto clave: ¡Fuimos bautizados en el Espíritu Santo!
Su punto clave:
Pregunta: ¿Por qué necesitamos ser bautizados en agua, en el Espíritu Santo y fuego?

JUEVES
Lectura bíblica: Mt 3:14b-17; Mt 9:14; Jn 1:35-37
Leer con oración:
«Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (M t 3:17b).
EL SEÑOR JESÚS TIENE LA PREEMINENCIA
Como el Hijo del Hombre, el Señor Jesús fue engendrado de María. Por medio del cuerpo humano que recibió de ella, Él participó de carne y sangre (He 2:14), y puesto que Su carne tenía la semejanza de carne de pecado (Ro 8:3), Jesús le dijo a Juan el Bautista que necesitaba ser bautizado. Después de Su bautismo, Él fue ungido para comenzar Su ministerio.
Cuando Jesús se dirigió de Galilea al Jordán a fin de que Juan Lo bautizara, él intentó persuadirlo, diciendo: «Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le
respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó» (Mt 3:14b-15).
La justicia a la que el Señor Jesús se refería era la determinación de Dios, Su voluntad. En otras palabras, Dios había determinado que Juan el Bautista viniera antes que el Señor Jesús, para que las personas aceptaran su predicación y recibieran su bautismo, así como Él lo estaba haciendo.
Jesús, después que fue bautizado, «subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (vs. 16~17).
Al principio, Juan el Bautista no quería bautizar al Señor, decía que él debía ser bautizado por Jesús. Esto muestra que Juan, además de reconocer que Jesús era el Cristo, sabía que necesitaba recibir Su bautismo, sin embargo no vemos un registro bíblico de que él haya sido bautizado posteriormente, por el contrario, vemos que él continuó su ministerio incluso después de haberse iniciado el ministerio del Señor Jesús (9:14). Algunos discípulos de Juan lo dejaron para seguir al Señor, pero el mismo Juan el Bautista no quiso hacerlo ni entregarle a todos sus discípulos Jn 1:35~37).
Esto nos sirve de lección y advertencia: debemos entregar todo lo que tenemos al Señor Jesús y darle la preeminencia. Ninguna obra es más importante que el Señor Jesús mismo. Debemos valorarlo y amarlo por sobre todas las cosas. ¡Amén!
Punto clave: Valorar y amar al Señor Jesús por sobre todas las cosas.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Le ha dado usted la preeminencia al Señor Jesús?

VIERNES
Lectura bíblica: Mt 9:14; Jn 3:22-25
Leer con oración:
«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mt 16:16).
SEGUIR Y COOPERAR CON EL UNGIDO DE DIOS
Aun después de haber bautizado al Señor Jesús, de ver los cielos abiertos, y al Espíritu de Dios descender como paloma sobre Él, e incluso oír una voz. del cielo que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia», Juan el Bautista no siguió al Señor ni recibió el bautismo en Espíritu Santo. Antes, él continuó su ministerio, bautizando a las personas que iban hacia él, aun sabiendo que Jesús había ido con Sus discípulos a Judea a bautizar también Jn 3:22~25).
A pesar de conocer al Señor Jesús desde que estaba en el vientre de su madre, proclamar que Él era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, afirmar que había venido como precursor del Señor Jesús y admitir que Él tenía la preeminencia, Juan el Bautista no quiso dejar su ministerio personal para seguirlo. Continuó exhortando y bautizando a las personas, tanto al pueblo de Israel como a las autoridades del imperio romano, en un ministerio paralelo al del Señor Jesús.
Jesús recibió el ministerio de Juan el Bautista, pero él no recibió el bautismo del Señor. Él sabía que el Señor era el Mesías, el Enviado de Dios, pero aun así no quiso seguirlo, ya no cooperaba con el Ungido de Dios.
Esto es algo extremadamente serio. Por tanto, Juan el Bautista estaba actuando en desacuerdo con lo que Dios le había confiado, que era simplemente preparar el camino del Señor, bautizando a las personas en agua para arrepentimiento (Mt 3: 11).
Además, los discípulos de Juan el Bautista comenzaron a competir con los discípulos del Señor y se unieron a los fariseos para interrogarlo: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?» (9: 14). En una situación normal sus discípulos debían estar siguiendo al Señor, puesto que el Señor Jesús ya había iniciado Su ministerio, pero eso no fue lo que Juan hizo.
Cada uno de nosotros debe estar siempre delante del Señor, cooperando con Él en la iglesia, de acuerdo con Su voluntad. Debemos arrepentimos de cualquier situación anormal, para ser encabezados sólo por el Señor, cooperando con Su ministerio. Igualmente,no sólo debemos testificar al respecto del Señor con nuestros labios, sino también atender a la voz del Padre
y seguir al Señor Jesús, el Ungido de Dios, entregándole todo lo que tenemos y somos. iAmén!
Punto clave: Permanecer fieles al ministerio recibido.
Su punto clave:
Pregunta: ¿De qué manera debemos cooperar con el Señor en la iglesia?

SABADO
Lectura bíblica: Mt 11:3-6,11-12; 14:3-5,6-12
Leer con oración:
«Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí» (Mt 11:4b-6).
UNA CONDICIÓN NORMAL DELANTE DEL SEÑOR
El ministerio de Juan el Bautista fue interrumpido porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. Y Herodes quería matarle, pero temía al pueblo; porque tenían a Juan por profeta» (Mt 14:3-5).
Mientras estaba en la cárcel, Juan el Bautista manifestó dudas con respecto a las obras que el Señor Jesús estaba haciendo y mandó a decirle por medio de sus discípulos: «¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?» (11:3), esto dejó en evidencia que Juan no reconocía más
al Señor Jesús. Antes testificaba acerca de Él diciendo: «¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» Jn 1:29,36), pero, al ser puesto en prisión, manifestó su duda con respecto al Señor Jesús. Tal vez ocurrió eso porque tenía la expectativa de que Jesús lo sacara de la cárcel. En aquel tiempo, el Señor ya había hecho muchos milagros y señales, y muchas personas habían sido salvas por Él, sin embargo, Juan permanecía preso. En la prisión, debió haber pensado: «Si Él está haciendo tantos milagros y señales, ¿Porqué permite que yo esté en prisión? ¿Por qué no viene a liberarme?». En otras palabras, era como si él pensara que si Jesús realmente era el Cristo, debía liberado de la cárcel.
La respuesta de Jesús fue: «Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí» (Mt 1l:4b,6). Después, el Señor además añadió: «De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él» (v. 11). Aunque Juan era el mayor de entre los hombres, aun así era el más pequeño que los que entran en el reino de los cielos.
Pero, para que eso ocurra, existe un requisito, descrito en el versículo 12: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan». El Señor ciertamente tenía poder y autoridad para librar a Juan el Bautista de la cárcel. Creemos que, si Juan el Bautista hubiera estado en una situación normal, cooperando con el Señor en Su ministerio, seguramente el Señor lo cuidaría y salvaría; no obstante, su situación no era normal. Él se desvió a tal punto que llegó a dudar que el Señor fuera Aquel que había de venir. Juan el Bautista fue preso y decapitado (14:6,12).
Después de ser sepultado, sus discípulos anunciaron lo que le había sucedido al Señor Jesús, quien se entristeció mucho con la noticia: «Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado» (v. 13ª). Creemos que en aquel momento el Señor fue a tener comunión con el Padre.
La lección que aprendemos de este relato es que, aun en dificultades, no podemos dudar de que el Señor Jesús sea el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Que el Señor nos guarde de tener un ministerio particular que compita con lo que Él está haciendo en la tierra, y también, de tener nuestros propios seguidores. Debemos permanecer fieles a Él en cualquier situación, aun cuando Él no actúe de acuerdo con nuestros intereses.
Punto clave: Seguir al Señor.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Cuál debió haber sido la actitud de Juan el Bautista cuando el Señor Jesús comenzó Su ministerio?

DOMINGO
Lectura bíblica: Hch 9:25-26
Leer con oración:
«Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero» (Ap 14:4b).
TODOS SOMOS DISCÍPULOS DEL SEÑOR
Como vimos durante toda esta semana, el ministerio de Juan el Bautista fue para preparar el camino del Señor, predicando el arrepentimiento de pecados por medio del bautismo en agua. Este bautismo tenía como objetivo llevar a las personas al arrepentimiento y recibir al Señor. Sin embargo, algunos de entre los que Juan bautizó comenzaron a ser sus seguidores, causándole problemas al Señor.
En la conversión de Pablo, tenemos otro ejemplo relacionado con esto. Él, que antes era un perseguidor de la iglesia, obtuvo el perdón de sus pecados por medio del arrepentimiento, recibió el bautismo y comenzó a invocar el nombre del Señor. Después de ver una gran luz y caer en tierra, Pablo fue orientado por Dios para ir hasta la ciudad de Damasco, donde estaba Ananías, quien había sido comisionado para que lo bautizara. Pablo invocó el nombre del Señor
Jesús, fue salvo y bautizado.
Después del bautismo, Pablo pasó a formar parte de la iglesia en Damasco. Creemos que por uno o dos años él predicó la Palabra, y como era elocuente, obtuvo un grupo de discípulos para sí. Por el hecho de que amaba a Pablo y haberle dado una comisión en medio de los gentiles, Dios lo libró de su discipulado, permitiendo que surgieran disensiones al punto de que las personas de la ciudad intentaron quitarle la vida. Frente a esto, sus discípulos «tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta» (Hch 9:25), para que huyera del peligro yendo a Jerusalén (v. 26).
Dios no desea que tengamos discípulos, pues todos nosotros somos discípulos del Señor, y Su mano soberana siempre nos restringirá si intentamos tener un discipulado propio.
Que el Señor tenga misericordia de nosotros, tal como la tuvo con Pablo, y aprendamos la lección de no actuar más allá de la porción que el Señor nos comisionó en Su obra.
Punto clave: Cooperar con el propósito de Dios en la tierra, uniéndonos al ministerio del Señor Jesús.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Procura usted tener comunión con todos los santos o se relaciona sólo con un grupo restringido de hermanos?
Lectura de apoyo:
El camino para vivir y reinar con Cristo – cap. 4 – Dong Yu Lan.
VengaTu reino – cap. 21 – Dong YuLan.
La visión celestial – cap. 2 – Dong YuLan. 59

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