El orígen de la vida.

«Después el ángel me mostró que río del agua de la vida, luciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero» Apoc 22:1

Para poder hacer cualquier cosa con el polvo hay que añadirle agua, entonces tendremos lodo. Será por eso que Dios nos formó de barro?. Tenemos un 75 % de agua en la sangre, un 22% en los huesos, pero lo que más me llama la atención es que nuestras neuronas (más de 15 mil millones) son agua en un 80%.
Para poder pensar, para poder sentir, para poder vivir, necesitamos agua.

El paralelismo con el texto del apocalipsis es espectacular. El agua que procede del trono de Dios y del Cordero surge de un río que Juan llama «de la vida». Sin esa agua, no tenemos vida. Sin llenarnos de ella nos secamos y nuestro cuerpo pierde toda posibilidad de moverse, nutrirse o si quiera vivir.

Quiero nadar en esa agua abundante. Quiero llenarme de ella. Quiero que sea la sangre que corre por mis venas y la que conforme mis neuronas. Porque quiero pensar como Dios quiere que piense. Andar por donde Dios quiera llevarme y sentir que tengo a Jesús dentro de mi, corriendo por mi interior. Que se ha convertido en mi motor.

PD.

Si colocas en un cubo 30 partes de polvo y luego agregas 70 partes de agua y revuelves el contenido, no obtendremos una masa arcillosa con la que formar una figura. Sólo será agua lodosa. ¿Cómo fue entonces que Dios nos creó?. No es extraño que David exclamara: «Te alabo, porque de modo formidable y maravilloso fui hecho. Maravillosas son tus obras. Lo sé muy bien» Salmos 139:14


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