El peligro de las componendas

Componenda: Arreglo o transacción censurable o de carácter inmoral.

La más larga de las siete cartas va dirigida a la menos importante de las siete ciudades: Tiatira, y era su posición geográfica lo que le daba su importancia.
Tiatira está en la carretera que conecta Pérgamo con Sardis, y que seguía hasta Filadelfia y Laodicea…Era la carretera por la que se desplazaba el correo imperial; y estaba abarrotada con el comercio de Asia y de Oriente. Por tanto, lo primero y principal era que Tiatira era una gran ciudad comercial. Estratégicamente, la importancia de Tiatira le venía de ser la puerta de acceso a Pérgamo, la capital de la provincia.
Lo único notable acerca de Tiatira desde el punto de vista religioso era que tenía un altar de adivinación que presidía una pitonisa llamada Sambathé. La iglesia de Tiatira no corría peligro de sufrir persecución.
Había gremios de trabajadores de la lana, la piel, el lino y el bronce, fabricantes de ropa, tintoreros, alfareros, panaderos y traficantes de esclavos.
Aquí nos parece que estaba el problema de la iglesia de Tiatira. El negarse a formar parte de uno de esos gremios sería comparable a mantenerse fuera de las componenda de nuestros días. Querría decir renunciar a todas las perspectivas de existencia comercial. ¿Por qué se había de negar un cristiano a formar parte de uno de esos «arreglos»? En todos ellos se celebraban comidas de socios. Estas se celebrarían muchas veces en un templo; y aunque no fuera así, de todas maneras empezarían y terminarían con un sacrificio a los dioses, y la carne que se comiera se habría ofrecido antes a los ídolos. Además, sucedía a menudo que estas comidas gremiales se convertían en borracheras y orgías. ¿Le estaba permitido a un cristiano participar de tales reuniones?
Aquí estaba el problema de Tiatira. La amenaza venía de dentro de la iglesia. Había un movimiento fuerte, dirigido por una mujer a la que Juan llama Jezabel, que proponía llegar a un acuerdo con los principios del mundo en interés del comercio y el negocio, manteniendo, sin duda, que el Espíritu Santo podía guardarlos de todo mal.
La respuesta del Cristo Resucitado fue inequívoca: el cristiano no debe tener que ver nada con esas cosas.




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