El Problema del Mal: Parte II

En la Parte I de esta serie sobre el problema del mal definí cual es el problema y por qué es importante para los cristianos saber responder a esta acusación. En este post voy a hablar de una de las soluciones que se han dado al problema del mal en la historia del pensamiento cristiano.

Hace algún tiempo me enviaron un link a un video en Youtube con la respuesta de Albert Einstein al problema del mal. De forma simple, esta respuesta afirma que el mal no existe verdaderamente. Vea el video abajo, después continúo con mi comentario.

Después de ver el video fui a Google a buscar si Einstein había escrito en algún lugar esa defensa al problema del mal. Todo lo que encontré fue textos diciendo que el video es falso, que Einstein nunca había hecho una afirmación así.

Lo importante es que, con o sin el apoyo de Einstein, la defensa está ahí. Uno de los grandes teólogos y filósofos cristianos de toda la historia, Agustín de Hipona, hizo la misma defensa al problema del mal.

Recordemos las premisas del problema del mal:

(1)    Dios es omnipotente (todo poderoso)
(2)    Dios es omnisciente (conoce todo)
(3)    Dios es bueno
(4)    El mal existe

Agustín intenta negar (4), que es lo que verdaderamente causa el problema usando dos silogismos.

El primero:

(a)    Todas las cosas que Dios creó son buenas, y
(b)   El mal no es bueno, por lo tanto
(c)    El mal no fue creado por Dios.

El segundo silogismo es como sigue:

(a)    Dios creó todas las cosas, y
(b)   Dios no creó el mal, por lo tanto
(c)    El mal no es una cosa.

Si el mal no es una cosa, entonces el mal no existe. Así niega el problema del mal. En sus Confesiones, Agustín pregunta “¿en dónde está pues el mal, de dónde procede y por qué caminos nos llega? ¿Cuál es su raíz y cuáles las semillas que lo engendran? ¿O será acaso que el mal en sí no existe?” (VII, V, 2) y en la Ciudad de Dios responde “Porque el mal no tiene naturaleza alguna, sino que la pérdida del bien recibió el nombre de mal.” (XI, IX).

En otro lugar, confiesa: “El mal sobre cuya naturaleza y procedencia investigaba yo, no puede ser una sustancia, ya que si lo fuera sería buena. Entonces, no hay escape: o sería una sustancia incorruptible y por eso un sumo bien, o sería una sustancia corruptible que no podría corromperse si no fuera buena. Vi pues de manera manifiesta que tú todo lo hiciste bueno y que no existe sustancia alguna que tú no hayas hecho. Por otra parte, no hiciste todas las cosas igualmente buenas; por eso cada una tiene su bien y el conjunto de todas las cosas es muy bueno. Tú, Señor y Dios nuestro, lo hiciste todo muy bueno.” (VII, XII, 2).

Agustín se había preguntado cómo se engendra el mal. Habiendo dicho que el mal no es una cosa, afirma que las acciones malas son hechas por abandonar el bien, que sí existe.  Nuevamente, en la Ciudad de Dios leemos: “Y por eso la voluntad mala no pudo estar en la naturaleza mala, sino en la buena, aunque mudable, a quien este vicio podía dañar; porque si no la hizo daño, sin duda que no fue vicio, y, consiguientemente, tampoco debe decirse que fue voluntad mala; y si hizo daño, el daño que hizo fue quitando o disminuyendo el bien.”  (XII, VI).

Sin dudas el argumento de Agustín suena bien. Para muchos este es el mejor argumento contra el Problema del Mal, sin embargo no resuelve el problema. Lo que Agustín hace es jugar con las palabras. En el fondo el problema del mal pregunta por qué Dios no acaba con el mal, o, en el lenguaje de Agustín, por qué Dios no determina, ya que Él es todo poderoso, que los hombres hagan solamente el bien. Agustín no responde a eso.

John Frame rechaza la respuesta de Agustín diciendo: “El problema es simplemente que Dios es soberano sobre todos los eventos, no importa como alguien analice el mal de manera metafísica, él será parte del plan de Dios.”

En el próximo post escribiré sobre la respuesta a partir del libre albedrío del hombre usando la argumentación del filósofo cristiano Alvin Plantinga.

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