El Profeta 2

Años pasaron y el profeta no profería palabras.
«¡No es profeta! ¡Nadie es profeta sino habla!» Se decían en Twitter, Facebook, en las guaguas y en las calles.
Había perdido su reputación, mientras miraba en silencio como a otros profetas Dios les hablaba más de lo que le había hablado al Abraham bíblico en toda su vida.
¿Será Dios el que les habla?
¿Moriría sin algo que decir?
Silencio.
Una noche, cuando se hubo desconectado de las palabras, de su reputación como profeta y del deseo de ser escuchado, le dijo Dios:
«De cierto de cierto te digo, que un día te hablaré.«
Pasaron algunos años.
Silencio.
Pero ya sabía él, que el Dios que da palabras es también el Dios que da el silencio.


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