Las dos se asoman por la ventanilla. Una percibe una ciudad grande, gigante, grotesca; una mancha urbana sin ton ni son que se extiende hasta los cerros y carece de todo sentido estético. Le inhibe pensar que aterrizarán en medio de la metrópoli. ¿Y si ocurre un accidente?
La obra observa casas y casas donde vive gente conocida y desconocida; percibe las azoteas con los perros arriba y sonríe. Su corazón palpita a mil por hora. Anhela contemplar la destreza del piloto para aterrizar allí mismo, justo en el centro de esa bella ciudad.
¿La diferencia? Una va de negocios; la otra regresa a casa. Cuando miramos el viaje de la vida como un regreso a casa, encontraremos más bellezas que si pensamos en el diario andar como un trámite más, un negocio más, una tarea más.
¿Viajas por negocios o vuelves a casa?
(Gracias, Brennan Manning, por inspirarme con tus memorias).
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