En espera de provisiones


Nunca he estado en una guerra, y espero no estarlo. Batallones enteros acampando, a punto de moverse para la siguiente pelea. Pero no se mueven, se encuentran a la espera de la voz del General. ¿Por qué? Porque aún no llegan las provisiones. Falta comida, agua, municiones.

Supongo que me encuentro en esta etapa de la guerra de la vida. Quisiera avanzar y luchar. Continuar con la misión que me ha sido encomendada. Pero no llegan las municiones. No veo claro cuál es el siguiente paso. ¿La solución?

Esperar. Palabra pequeña, pero complicada. Esperar. Postrada en cama —para la enferma. Realizando las labores del hogar —para el ama de casa. Dando el siguiente paso —para la que trabaja.

Así como los animalitos elevan sus ojos al cielo y dependen totalmente de Dios para recibir sus provisiones, del mismo modo debo actuar. Murray lo dice varias veces. Esperar en Dios. Es nuestra labor, nuestra misión más importante. Más que marchar con el batallón, más que eliminar al enemigo, debemos esperar, porque en esa espera se forja el carácter, en esa espera se gana lo mejor: a Dios mismo.


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