El conmovedor himno coral de Rusell Nagy titulado:
«La Promesa»,
contiene estas palabras:
«En el silencio de la noche,
envuelto en carne mortal,
el que enmarcó las montañas,
su primer aliento da.
Lejos de la vista humana,
la promesa nunca olvidada
es en Amor engendrada
para la muerte conquistar».
La maravilla de Navidad es que el Hacedor de las montañas exhaló su primer aliento como un bebé.
Aquel que enmarcó el universo asumió carne humana para poder salvarnos.
La encarnación es la asombrosa combinación de quien descendió del cielo a la tierra,
cómo llegó y por qué vino.
«Porque en El fueron creadas todas las cosas, y en El todas las cosas permanecen…..
Porque agradó al Padre que en El habitara toda la plenitud,
y por medio de El reconciliar todas las cosas consigo,
habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz».
(Colosenses 1:16-20).
Cuando Jesús exhaló su primer aliento en la tierra
se cumplió una promesa de amor de Dios el Padre.
El Cristo-niño a quien los ángeles anunciaron y los pastores proclamaron había venido a morir.
El bebé en el pesebre era «la imagen del Dios invisible,
el primogénito de toda creación» (v.15),
«y en quien tenemos redención: el perdón de los pecados» (v.14)
¡Venid adorémosle!
DMC
Nuestro Pan Diario 2006
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