EVANGELIO DE JUAN 63. EL MINISTERIO PÚBLICO DE JESÚS 56

Juan 12:37-50

37 Jesús había hecho muchos milagros delante de esa gente, pero aun así nadie creía en él.38 Esto sucedió porque tenía que cumplirse lo que había escrito el profeta Isaías:

«Dios mío, ¿quién ha creído

en nuestro mensaje?

¿A quién le has mostrado tu poder?»

39 Por eso no podían creer, pues Isaías también escribió:

40 «Dios los ha hecho tercos,

y no los deja entender,

para que no se arrepientan

ni crean en él,

ni se salven».

41 Isaías escribió esto porque ya había visto el poder y la fama que Jesús habría de tener.42 Sin embargo, muchos judíos y algunos de sus líderes creyeron en Jesús, pero no se lo decían a nadie porque tenían miedo de que los fariseos los expulsaran de la sinagoga.43 Ellos preferían quedar bien con la gente y no con Dios.

44 Jesús dijo con voz fuerte:

«Si alguien cree en mí, también cree en Dios, que me envió.45 Y si alguien me ve a mí, también ve al que me envió.46 Yo soy la luz que ha venido para alumbrar este mundo. El que cree en mí no vivirá en la oscuridad.

47 «Yo no vine para juzgar a los que oyen mis enseñanzas y no las obedecen. No vine para condenar a la gente de este mundo, sino para salvarla.48 El que me rechaza y no obedece lo que enseño, será condenado cuando llegue el fin, por no obedecer mi enseñanza.49 Porque yo no hablo por mi propia cuenta, sino que mi Padre me envió y me dijo todo lo que debo enseñar.50 Y sé que los que obedecen los mandamientos de mi Padre tendrán vida eterna. Por eso les he dicho todo lo que mi Padre me ordenó enseñarles».

Este pasaje pone fin al ministerio público de Jesús que ha estado marcado por el constante enfrentamiento con los líderes religiosos de los judíos y, seamos sinceros, su escaso impacto espiritual en la vida de Israel. Las primeras palabras del pasaje lo ponen de claro manifiesto, a pesar de sus milagros la gente no creía en Él. Esto, por sí mismo, es una lección acerca de lo que mueve o no a las personas a creer en Jesús.

Esta parte del evangelio se cierra con un último discurso de Jesús en el que habla acerca de su relación con el Padre y deja clara, nuevamente, su misión. El Maestro no vino al mundo para condenarlo sino para salvarlo.

Estas palabras de Jesús son las que han impactado mi vida hoy en la mañana. No quiero olvidar que el deseo de Jesús y, natualmente, del Padre no es la condenación de la gente sino su salvación. Por tanto, debo de unirme a Jesús y al Padre en su trabajo redentivo y restaurador y no olvidar que ese es el propósito último. Mi trabajo no es juzgar, mucho menos condenar, esos trabajos le corresponden a Dios. Mi responsabilidad es intentar acercar a las personas a Jesús para que Él ponga orden en sus vidas, las salve y les de vida abundante.

Un principio

Mi trabajo no es juzgar, mucho menos condenar, sino colaborar con Jesús en su trabajo restaurador y salvador.


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