ÉXODO PARTE III/ LOS ACONTECIMIENTOS DEL SINAÍ/ CAPÍTULO 34

ÉXODO PARTE III/ LOS ACONTECIMIENTOS DEL SINAÍ

¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios compasivo y benévolo, lento en airarse y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor a lo largo de mil generaciones y perdona la desobediencia, la rebeldía y los pecados, aunque no los deja impunes, sino que castiga la culpa de los padres en los hijos y en los nietos, en los biznietos y los tataranietos!
 
Los evangélico nos hemos sentido muy ufanos de no tener imágenes a las cuales adoramos. Sentimos de esta manera estar cumpliendo el mandato de Éxodo capítulo 20 y miramos con sospecha, superioridad y cierto desdén a otras confesiones cristianas que si tienen.
 
Para mí, mucha más peligroso que las imágenes físicas de Dios son los imágenes mentales del mismo. Son más poderosas, tienen más fuerzas y determinan muchísimo más cómo se va moldeando nuestra fe y nuestra relación con la deidad. Además, de forma inevitable, todos vamos desarrollando y profundizando en nuestra imagen interior de Dios y, aunque sea equivocada, al final es esa la que funciona en la práctica para nosotros.
 
Por eso me parece tan importante este pasaje de Éxodo porque el mismo Dios nos explica cómo es y, por tanto, nos da una imagen de Él mismo, una imagen que debería de servir para que nosotros evaluáramos  la nuestra propia a la luz de la misma y pudiéramos verificar la fidelidad o no al original. Este pasaje es clave porque el Señor se interpreta a sí mismo y, consecuentemente, no deja lugar a otro tipo de interpretaciones por nuestra parte.
 
Él nos dice de sí mismo que es compasivo, benévolo, lento para airarse, rico en amor y fidelidad y que mantiene su amor A LO LARGO DE MIL GENERACIONES y perdona la desobediencia y la rebeldía. Este es el Dios que quiere relacionarse con nosotros, el que quiere la salvación de toda la humanidad, el que ha entregado su vida por el rescate del más depravado de los seres humanos, el que se ha castigado a sí mismo para no tener que castigarnos a nosotros.
 
Puedes estar pensando que ese mismo Dios afirma que castiga el pecado en cuatro generaciones: hijos, nietos, biznietos y tataranietos. Cierto, cuatro generaciones contra mil y, además, para entender mejor esas cuatro generaciones te invito a leer Ezequiel 18.

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