ÉXODO PARTE III/LOS ACONTECIMIENTOS DEL SINAÍ/ CAPÍTULO 22

No maltrates al inmigrante ni abuses de él… No hagas daño ni al huérfano ni a la viuda porque si lo haces, ellos clamarán a mí y lo los atenderé. Mi ira se encenderá contra vosotros y haré que muráis a espada.

En la Escritura el inmigrante, el huérfano y la viuda son una manera genérica de describir al necesitado, al vulnerable, a aquel que, dada su situación carece de protección y de una red de apoyo. En una época cuando los servicios sociales no existían y donde el estado no proveía ningún tipo de cobertura para las personas necesitadas, el Señor indica que Él es el garante de sus derechos y pone sobre su pueblo la responsabilidad de cuidar de ellos.

Santiago, el hermano de Jesús, en su carta a las iglesias indica que la auténtica religión consiste en tener cuidado de las necesidades de los huérfanos y las viudas y, del mismo modo, Juan indica en su primera carta que de nada le sirven al necesitado nuestras buenas palabras.

Tal vez nadie lo plasmó con tanta fuerza e intensidad como Jesús en Mateo 25, donde la atención al necesitado es la medida con que seremos evaluados el día del juicio final y donde esa misma atención, o la falta de ella, se considera algo que se le hace o se le omite al mismo Jesús.

Somos, pues, llamados a imitar al Dios que es garante del necesitado, y que considera nuestra actitud hacia el mismo la base para nuestro juicio y también la medida de nuestro amor y entrega a Él.

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