GÉNESIS ESTUDIO 50. ABRAHAM 16


SACRIFICIO DE ISAAC
GÉNESIS 22

Después de algún tiempo, Dios puso a prueba la fe de Abraham. Lo llamó por su nombre, y él contestó:
—Aquí estoy.
Y Dios le dijo:
—Toma a Isaac, tu único hijo, al que tanto amas, y vete a la tierra de Moria. Una vez allá, ofrécelo en holocausto sobre el cerro que yo te señalaré.
Al día siguiente, muy temprano, Abraham se levantó y ensilló su asno; cortó leña para el holocausto y se fue al lugar que Dios le había dicho, junto con su hijo Isaac y dos de sus siervos. Al tercer día, Abraham alcanzó a ver el lugar desde lejos. Entonces les dijo a sus siervos:
—Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante, adoraremos a Dios, y luego regresaremos.
Abraham tomó la leña para el holocausto y la puso sobre los hombros de Isaac; luego tomó el cuchillo y el fuego, y se fueron los dos juntos. Poco después Isaac le dijo a Abraham:
—¡Padre!
—¿Qué quieres, hijo? —le contestó Abraham.
—Mira —dijo Isaac—, tenemos la leña y el fuego, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?
—Dios se encargará de que haya un cordero para el holocausto, hijito —respondió su padre.
Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, Abraham construyó un altar y preparó la leña; luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, sobre la leña; 10 pero en el momento de tomar el cuchillo para sacrificar a su hijo,11 el ángel del Señor lo llamó desde el cielo:
—¡Abraham! ¡Abraham!
—Aquí estoy —contestó él.
12 El ángel le dijo:
—No le hagas ningún daño al muchacho, porque ya sé que tienes temor de Dios, pues no te negaste a darme tu único hijo.
13 Abraham se fijó, y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos entre las ramas de un arbusto; entonces fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto, en lugar de su hijo. 14 Después Abraham le puso este nombre a aquel lugar: «El Señor da lo necesario.» Por eso todavía se dice: «En el cerro, el Señor da lo necesario.»
15 El ángel del Señor llamó a Abraham desde el cielo por segunda vez, 16 y le dijo:
—El Señor ha dicho: “Puesto que has hecho esto y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo 17 que te bendeciré mucho. Haré que tu descendencia sea tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar. Además, ellos siempre vencerán a sus enemigos, 18 y todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de ellos, porque me has obedecido.”
19 Abraham regresó al lugar donde se habían quedado sus siervos. Después todos juntos se fueron a Beerseba, donde Abraham se quedó a vivir.
20 Al cabo de algún tiempo, Abraham recibió la noticia de que Milcá también le había dado hijos a su hermano Nahor. 21 El primero que nació fue Us; luego nació su hermano Buz, y luego Quemuel, que fue el padre de Aram. 22 Luego nacieron Quésed, Hazó, Pildás, Idlaf y Betuel. 23 Este Betuel fue el padre de Rebeca. Éstos son los ocho hijos que Milcá le dio a Nahor, el hermano de Abraham.
24 Además, Nahor tuvo hijos con Reumá, su concubina. Ellos fueron Teba, Gáham, Tahas y Maacá.

Este cuadro de Marc Chagall ilustra el sacrificio de Isaac, el hijo de la promesa, el deseado, el que perpetuaría el nombre y la descendencia de Abraham y haría real y posible la promesa del Señor.
Cuando leo este pasaje realmente me siento sorprendido porque Dios sabía y conocía a la perfección el corazón de Abraham y cómo este respondería ante la petición del Señor. Si nuestro Dios, al que seguimos, es total y absolutamente omnisciente, tal y como indican de forma repetida las Escrituras, si conoce el corazón de los seres humano y lo escudriña, no tenía ninguna necesidad de pedirle a Abraham que hiciera lo que hizo con el propósito de probar su fe, es decir, de probar algo que ya sabía.
La cosa, al menos en mi opinión, cambia si el propósito no es que el Señor supiera, sino más bien que el propio Abraham pudiera saber. Dicho de otro modo, la finalidad de pedirle a su hijo en sacrificio no era que Dios pudiera saber hasta dónde estaba dispuesto a llegar Abraham, antes al contrario, que el propio Abraham supiera hasta qué límite su confianza y dependencia del Señor podía llevarla.
Porque ante todo y sobre todo, al margen que creamos que las pruebas vienen o no del Señor, que es otro tema diferente del que nos ocupa, la prueba tiene valor para nosotros mismos. La prueba saca a relucir, a la superficie, evidencia nuestra propia realidad, lo que hay y lo que somos y, al hacerlo, nos da la oportunidad del cambio y la transformación. Al reflexionar sobre la prueba puedo ganar en conocimiento de mí mismo y mi realidad y, consecuentemente, permitir el trabajo necesario del Señor en mí.
Dios no ganaba nada pidiendo el sacrificio de Isaac. Abraham si ganó. Lo hizo en comprensión de su propia fe, confianza y dependencia del Dios que, en sus propias palabras, provee.

UN PRINCIPIO
LAS PRUEBA SACAN A LA LUZ NUESTRA REALIDAD Y SE CONVIERTEN EN OPORTUNIDADES DE CAMBIO

UNA PREGUNTA
¿QUÉ REALIDAD ESTÁN SACANDO A LA LUZ LAS PRUEBAS PRESENTES EN TU VIDA?

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