GÉNESIS PARTE II/EL CICLO DE ABRAHAM/CAPÍTULO 18/2



Todavía insistió Abrahán: —¡Qué mi Señor no se enfade si insisto por última vez! ¿Y si no son más que diez los inocentes? El Señor respondió: —En atención a los diez, no la destruiré. (GÉNESIS 18:23, 32 BLPH)

Abraham intercede por una ciudad o ciudades que no merecen, a juzgar por la manera en que es descrito su estilo de vida, ninguna misericordia ni compasión. El patriarca, con toda seguridad, era un buen conocedor de la maldad de los habitantes del valle y, sin embargo, no tiene inconveniente en interceder por ellos y por su salvación. Aún más, en un acto sin precedentes en todo el relato bíblico y con un claro riesgo se pone a discutir con el Señor para en un regateo inaudito tratar de conseguir la misericordia del Señor.
Esto me hace pensar en una cualidad del patriarca que considero que es digna de incorporar en mi vida y digna que la tenga presente y la imite, la compasión, la gracia y la misericordia hacia aquellos que no la merecen.
Me hace pensar en la necesidad de tener un corazón que se caracterice mucho más por la gracia y mucho menos por el juicio, mucho más por la misericordia y mucho menos por la condena, mucho más por orar y buscar su bien que por criticar y despreciar.
Una buena lección de parte del patriarca para mí que soy más dado a olvidar quién soy, cuál es todavía mi realidad de pecado y cómo la gracia del Señor me ha alcanzado que a mostrar amor, misericordia y compasión hacia otros que, al fin al cabo, no son sino pecadores como yo.






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