Ese día, Dios hizo un compromiso con Abram, y le dijo: «Yo les daré a tus descendientes la tierra que va desde el río de Egipto hasta el río Éufrates. (Génesis 15:18 TLA)
En este capítulo el Señor hace una promesa, toma un compromiso con su seguidor Abraham y, tal y como dice el texto, el patriarca creyó en esa promesa y, como consecuencia, fue declarado justo por Dios, la justicia que nace de la confianza en el Señor.
El pasaje narra al propio Dios escenificando la ratificación de ese compromiso por medio de animales muertos que eran divididos en dos partes. Esta era la forma habitual en que los pactos eran ratificados en el próximo Oriente.
Al leerlo he pensado que la situación de cualquier seguidor de Jesús es tan ventajosa o más que la del patriarca Abraham. Hemos sido declarados justos, como él, por medio de la fe, es decir, la confianza en la obra que Jesús hizo por nosotros. Además, tenemos multitud de promesas que son compromisos de Dios con nosotros, nuestra realidad y nuestras necesidades. Es triste que, en ocasiones, nos sintamos miserables o infelices perdiendo la perspectiva de que el creador y sustentador de todo el universo está personalmente comprometido con cada uno de nosotros.
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