Gozo contagioso

Jesús nos llama a ser sus “testigos”. Pero hay cristianos que piensan que necesitan habilidad o carisma excepcionales para poder comunicar las buenas nuevas a los demás. Sin embargo, testificar no es simplemente hablar del “plan de salvación” con alguien. La palabra significa literalmente ver, escuchar, o conocer por presencia y percepción personales; dar testimonio de; dar u ofrecer evidencia de algo. Cuando Juan escribió que lo que estaba compartiendo lo había experimentado por sí mismo, estaba diciendo: “¡Estoy lleno de gozo por la experiencia de conocer a Jesús, y quiero invitarles a participar de ese gozo!”

Cuando usted está enamorado de alguien, se siente entusiasmado por la relación y el tiempo que pasan juntos. Asimismo, cuando usted está enamorado de Cristo, no se guarda para sí el gozo que surge de conocerle; este gozo se desborda, dando testimonio y fortaleciendo a otros creyentes. En realidad, al dar usted testimonio de quién es Dios y de qué manera está él obrando en su vida, no importa si lo dice en voz baja o con gran exuberancia: en su espíritu, los cristianos estarán conscientes de un regocijo genuino y profundo en sus corazones, que va más allá de la felicidad natural. Y las personas que todavía no conocen al Señor, ansiarán tener la relación que usted tiene. De esa manera, se sentirán atraídas por el Espíritu de Dios en usted.

Ser testigo de Cristo no es asunto de elocuencia o talento. Es un desborde de su relación con Dios que le conforma a imagen de él. Cuando usted permite que el Espíritu Santo muestre la vida y el poder del Señor por medio de usted, un gozo contagioso será el “fruto” de la presencia de Dios en su vida.

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