HECHOS 22. LA CONVERSIÓN DE SAULO 1

HECHOS 9:1-9

1 Mientras tanto, Saulo pronunciaba amenazas en cada palabra y estaba ansioso por matar a los seguidores[a] del Señor. Así que acudió al sumo sacerdote. 2 Le pidió cartas dirigidas a las sinagogas de Damasco para solicitarles su cooperación en el arresto de los seguidores del Camino que se encontraran ahí. Su intención era llevarlos —a hombres y mujeres por igual— de regreso a Jerusalén encadenados.
3 Al acercarse a Damasco para cumplir esa misión, una luz del cielo de repente brilló alrededor de él. 4 Saulo cayó al suelo y oyó una voz que le decía:

—¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues?

5 —¿Quién eres, señor? —preguntó Saulo.

—Yo soy Jesús, ¡a quien tú persigues! —contestó la voz—. 6 Ahora levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.

7 Los hombres que estaban con Saulo se quedaron mudos, porque oían el sonido de una voz, ¡pero no veían a nadie! 8 Saulo se levantó del suelo, pero cuando abrió los ojos, estaba ciego. Entonces sus acompañantes lo llevaron de la mano hasta Damasco. 9 Permaneció allí, ciego, durante tres días sin comer ni beber.
Este pasaje, harto conocido, narra el encuentro dramático que Saulo, cuando iba camino de Damasco, tuvo con el Jesús resucitado. Este narración es bien conocida, sin embargo, al leerla lo que rápidamente me ha venido a la mente ha sido la pregunta acerca de qué hubiera sucedido con Saulo si Dios no le hubiera parado los pies. Me pregunto en que espiral de destrucción de otros y autodestrucción se habría enzarzado y cuál hubiera sido su final. Pensaba en cuánto dolor y sufrimiento habría producido en la vida de tanta gente y, sin duda, al fin y al cabo en la suya propia. Afortunadamente, Dios decidió pararlo y cambiar su vida.

Al pensar en la aplicación meditaba sobre momentos en nuestras vidas en que tal vez es necesario que Dios intervenga en nuestra trayectoria porque, de lo contrario, podemos entrar en una espiral de autodestrucción que nos haga mucho daño y dañe a otros al mismo tiempo. Honestamente pensaba si en ocasiones no deberíamos suplicarle a Dios que tuviera misericordia de nosotros y nos parara antes de que sea demasiado tarde. Que intervenga de modo traumático, incluso si es necesario, para frenar nuestro proceso de degradación. En ocasiones, la cirugía, todo y lo traumática y doloroso que puede llegar a ser, es la única opción de salvación.
Un principio

Hay momentos en que la intervención traumática de Dios puede ser la única posibilidad de salvación.

Una pregunta

¿Esta nuestra vida en uno de esos momentos?

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