HECHOS ESTUDIO 26: OBRAS

invitándoles a convertirse, y volverse a Dios, y a hacer obras que demuestren esa conversión.

Estas palabras son un fragmento del discurso de defensa que hizo Pablo ante el rey Agripa y el romano Festo justo antes de ser enviado a Roma para comparecer ante el tribunal del emperador.

Toda esta defensa está llena de contenido interesante y digno de ser mencionado. Me he centrado, sin embargo, en estas palabras porque son las que he visto más cercanas a mi propia realidad y más me han hecho pensar.

Hay una buena definición de la conversión, volverse hacia Dios, y una buena indicación de cuáles deben ser las evidencias externas de la misma, obras demostrativas.

De hecho no es una osadía afirmar que no hay auténtica conversión si las obras, el estilo de vida cambiado, la práctica del bien, no lo certifica. Al ser la conversión un proceso interno, únicamente las evidencias externas pueden dar muestra de que esta ha sido genuina y no tan sólo una cuestión mental, intelectual o emocional. Al final y al cabo, Jesús mismo afirmó que, por los frutos seríamos conocidos.

Estas afirmaciones de Pablo y de Jesús acerca de la evidencia externa del proceso interno son de gran ayuda para mí. Lo son porque me dan un criterio de evaluación sobre mi propia vida y, por tanto, de mi progreso en la salvación. Puedo preguntarme ¿En qué medida el carácter de Jesús es más evidente este año en mi vida de lo que lo fue el pasado? ¿Hasta qué punto es identificable en mi vida el fruto del Espíritu? ¿Cómo se manifiesta en mi diario vivir la realidad de que soy un agente de restauración? Porque, finalmente, la evidencia de la conversión es ser día a día más como Jesús y vivir reflejando su carácter por medio de la práctica del bien.

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