HÉROES QUE DUDAN…

Algunos de mis apreciables lectores que me escriben sus comentarios a veces me cuestionan porque uso la Palabra de Dios fuera de contexto. Pareciera que solo lo que el colegio teológico enseña es lo que vale y no lo que el Espíritu Santo desea compartir… No me molesta en absoluto sus comentarios, al contrario, me ayudan a verme como ellos me ven… imperfecto. A pesar que tengo ya sesentidos años, treintidos de ministerio familiar, catorce libros inéditos y un doctorado en teología, aún sigo aprendiendo de mi Precioso Amigo el Espíritu Santo. Así que gracias, amigos, por sus comentarios. Gracias también por leer mis escritos. Ustedes me retroalimentan… y me nutren de ustedes mismos. Los bendigo… Hoy quiero hablar de los ministros que dudan. Parece que la duda es ese cruel síndrome que a todos nos ataca en algún momento. Y no somos los únicos. Ya en la antigüedad tenemos ejemplos de los héroes de la fe que tuvieron sus momentos difíciles con su fe. Así que no tenemos por qué avergonzarnos de que a veces la duda nos asalte. ¿Realmente me llamó el Señor al ministerio? ¿No será que yo me metí a la fuerza, por eso mi congregación no crece? ¿Estaré siendo inspirado por Su Presencia para predicar Su Palabra? ¿Estaré haciendo lo correcto? Pensamientos, dudas, lágrimas incluso cuando este ingrato se nos acerca y con su aliento fétido nos pone a dudar…incluso si somos o no salvos. Bueno, les invito a visitar una celda para que veamos a un hombre verdadero que entró en ese estado al final de sus días…Pelo largo y desordenado. Barba aplastada y sucia. Medio desnudo, está atado a la pared por los grilletes que lo mantienen prisionero. Su espalda desnuda está pegada a la pared. Sus ojos no tienen el brillo que lo caracterizaba en sus mejores tiempos. Su lengua se pega al paladar. Ya no habla como antes. Ahora piensa mucho y habla poco. Sus pies, hinchados por la cadena que lo mantiene inmóvil en su asiento de piedra. Un leve temblor de manos y pies delata su debilidad. Se acerca el momento de su muerte y entra en duda… Sus discípulos lo acompañan en silencio. No tienen palabras qué expresar a su líder caído en desgracia. Le han cerrado la boca pero no su mente. Sus enemigos se han ensañado contra aquel valiente que delató el pecado de la gente. Su fogosidad no tenía límites y la única manera de callarlo era meterlo en la mazmorra de la Torre Antonia… Y, en un momento de dolor, le ordena a sus discípulos: Vayan y pregúntenle a Jesús si Él es realmente el Mesías. Vayan y comprueben si no me equivoqué al enviar a la gente a seguirlo… Vayan y vean lo que hace para ver si estuve en lo correcto o me engañé a mí mismo… Vayan y comprueben si mi primo Jesús es o no el Mesías que tanto esperé anunciar… vayan y observen si hace las cosas que profeticé… ¡Triste momento! ¿verdad? Pero nos pasa a todos… porque si los héroes de la Biblia dudaron… ¿como no nos va a alcanzar a nosotros también? Los milagros que Juan profetizó no los vio… el Reino que anunció no lo disfrutó… La libertad que tanto pregonó no la vivió… Y el Mesías que tanto anunció no lo llegó a visitar… ¿Acaso no dijo que el Mesías vendría a dejar ir libres a los prisioneros? ¿Acaso el Mesías no vendría a abrir las cadenas a los oprimidos?  ¿Acaso no profetizó él que el Mesías traería salvación bajo sus alas…? Y allí tenemos, en una sucia celda romana al hombre que, según dijo Jesús, no habrá otro como él en esta tierra… ¿Duda usted a veces, mi hermano? Yo sí…y muchas…pero sigo adelante, esperando ver el día en que seré transformado en un abrir y cerrar de ojos…Y entonces, hasta entonces ya no abran dudas que me laceren el corazón… Porque estaré viendo cara a cara al que ama mi alma…

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