HOY QUIERO DAR GRACIAS…

Quizá usted, mi querido pastor, y todos aquellos que predican la Palabra del Señor no se han puesto a pensar en algo importante: Somos pastores porque tenemos ovejas… somos predicadores porque tenemos oyentes. ¿Qué haríamos si nadie llega a escucharnos predicar? ¡No me venga con el estribillo que le predicaría a las sillas! Eso es orgullo. Lo más seguro es que se retiraría de su auditorio con la cabeza hundida entre los hombros y con más preguntas que respuestas. Por lo menos eso haría yo…
Yo tengo cierto gusto por los almacenes en donde compro mi ropa. Tengo mi marca favorita de zapatos y los consigo en un solo lugar. Es allí a donde voy cuando necesito algo para mi uso personal. Esto me dice que esos almacenes, que son mis favoritos, tienen en mi persona a un cliente fiel. Porque tienen lo que yo necesito. El almacén no se puede jactar de que yo voy allí solo porque si y nada más. No pueden presumir que yo los visito porque son elegantes o porque tienen buenas vitrinas. No. Ellos tienen que agradecerme el hecho que yo sea su cliente. Por eso, hoy quiero dar gracias a todas aquellas personas que se congregan con nosotros en Visión de Fe. Sin ustedes, amados, nosotros no seríamos pastores. Yo no tendría a quien predicar si usted no visita nuestra congregación. ¿De qué serviría un templo hermoso, con aire acondicionado y todas las comodidades si usted no llega a sentarse y esperar un buen mensaje? Cada vez que estoy esperando que empiece el servicio al Señor y veo que ustedes entran y se sientan a esperar, me lleno de aflicción y estrés pues sé perfectamente que ustedes han preferido reunirse con nosotros porque esperan escuchar y participar de un servicio que llegue al Corazón del Señor. Por eso, hoy les doy las gracias. ¿De qué serviría un San Martin lleno de pan, café y comida chapina si nadie llega a consumir sus productos? Creo, pastores y predicadores, que hoy es un buen momento para agradecerle al Señor de la Mies por darnos oyentes, por darnos personas que aprecian nuestro mensaje, que aprecian nuestro carisma y carácter, que han decidido unirse a nosotros para adorar al Señor y escuchar lo que Él tiene que decirles a través de nosotros.
Pero hay otro asunto por qué agradecer… y es el hecho que el mensaje que ellos esperan oír no es el nuestro… es el del Señor. Y es entonces un buen momento para dar gracias al Señor porque nos permite ser transmisores y no proveedores. Somos el conducto, no la fuente. Hasta la fecha no he escuchado a nadie dar bendiciones y gracias al chorro por el agua que provee. Porque lo importante es el agua, no el tubo… y nosotros somos el tubo, no el agua.
Así que muchas gracias a ustedes que leen este blog. Gracias por tomarse el tiempo de invertir unos minutos en saber qué escribo, por qué lo escribo y por sus comentarios. Qué triste sería escribir sin que nadie me lea. Qué triste sería abrir la Iglesia y que nadie llegue a escuchar lo que el Señor nos da para ustedes… Gracias, muchas gracias por hacernos sentir que somos pastores y predicadores… Ya lo dijo Pablo, de quien he aprendido a agradecer a mi bella congregación: Ustedes son mi corona… Gracias otra vez…

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