“¡Jamás Hombre alguno ha Hablado como este Hombre!”

(Jesús dijo:) Las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí.Juan 5:36-37.

Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy.Juan 8:14.

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El autor de un libro científico a menudo hace referencia a otras obras. Citar sus fuentes es una regla de honestidad necesaria, pues nadie tiene autoridad por sí mismo; cada uno debe referirse a lo que otros dijeron. Incluso los profetas de la Biblia no se amparaban en su propia autoridad, sino que empezaban sus textos con la expresión: “Así dice el Señor”.

En cambio, Jesús hablaba de sí y sobre sí mismo porque ninguna otra persona podía hacerlo. Quienes lo escuchaban se sorprendían a causa de su autoridad personal (Marcos 1:27). “Les enseñaba como quien tiene autoridad” (Mateo 7:29). Era la autoridad encarnada. No sólo decía la verdad, sino que él mismo era la verdad.

En esa época un escriba que deseaba llegar a ser un “rabí” tenía que estudiar no solamente las Escrituras, sino también la tradición de los ancianos. Por eso los judíos estaban sorprendidos de oír a Jesús hablar con autoridad, sin haber seguido la ordenanza establecida por los rabinos. Ellos preguntaban: “¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?”(Juan 7:15). Pero Jesús no tenía necesidad de haberlas estudiado, pues él era “la Palabra” hecha carne (Juan 1:14). Él era el cumplimiento y la fuente de la misma. Jesús es el Hijo de Dios.


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