19 Y así es como Dios juzga: yo he venido al mundo, y soy la luz que brilla en la oscuridad, pero como la gente hacía lo malo prefirió más la oscuridad que la luz.20 Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo.21 Pero los que prefieren la verdad sí se acercan a la luz, pues quieren que los demás sepan que obedecen todos los mandamientos de Dios.
Cierto que hay razones históricas. La iglesia no ha hecho nada por favorecer que la gente se acerque a Dios. Pero, si bien eso puede explicar parte de la realidad, no es la totalidad de la situación. Juan nos dice que la presencia de la luz puede resultar intimidadora. La luz pone de manifiesto todo lo que hay y eso pasa cuando Jesús aparece invitado o no en nuestro entorno. Jesús incomoda a muchos porque en el fondo, como diría Jung, hay un inconsciente colectivo universal y este nos envía mensajes de culpabilidad.
Aunque Jesús, según sus propias palabras, no ha venido para condenar al mundo sino para salvarlo, nuestra propia culpabilidad nos hace sentirnos juzgados por Él y, para muchos, la tentación es huir para evitar esa presión. El que hace lo malo huye de la luz porque esta pone de manifiesto, evidencía lo que hay.
No es Jesús, sino nuestra propia culpa la que nos hace huir de Él.
Deja una respuesta