*** La Amistad como base de la convivencia ***

“Un padre es un tesoro; un hermano es un consuelo; un amigo es ambos” 
(Benjamin Franklin)


Al hablar del valor de la amistad hay que remontarse necesariamente a la experiencia
personal. Difícilmente llegaremos a comprender su significado leyendo libros o
escuchando canciones, solo aquel que ha tenido un encuentro personal con el amigo es
capaz de entender su importancia, su belleza y su inestimable valor.
El ser humano tiene una dimensión social indiscutible desde los inicios de su vida en este
planeta. Todos nacemos insertados ya en una comunidad que es la familia, que
pudiéramos definirla como amigos predeterminados con quienes compartimos un lazo de
consanguinidad. Pero existe otro tipo de amigos escogidos por nuestra voluntad, a
quienes decidimos amar y con quienes nos une un lazo emocional y espiritual, a veces,
más fuerte que el de la sangre. ”Hay amigos más apegados que un hermano” (Prov. 18,
24)
Los amigos son esa ayuda adecuada que Dios pone en el camino para arrancarnos esa
soledad que todos llevamos dentro. Son esos faros que iluminan nuestra noche y que nos
impulsan a esperar pacientemente la luz del día.
Hoy día todo el mundo habla de la amistad, pero pocos saben ser amigo. Muchos
comienzan a construirla y hacen un hermoso e imponente edificio, pero su base era de
arena, “cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra
aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.” (Mt. 7, 27)
Un error común en el que incurrimos, es pensar que todos los que conocemos están
llamados a ser nuestros amigos íntimos, y nos esforzamos tratando de lograrlo de
lo cual solo obtenemos frustración y cansancio. Es por eso que la Biblia nos advierte que
existen diferentes categorías de amigos:
· Amigos ocasionales: “Porque hay amigos ocasionales, que dejan de serlo en el día de la
aflicción” (Eclo. 6, 8). Son estos aquellos “amigos” que nos encontramos en el transcurso
de nuestra vida, que pasan como un soplo fresco, pero que duran poco. Son aquellos
conocidos que comparten un momento determinado y circunstancial, ya sea por
cuestiones de trabajo, universidad, diversiones, etc., que llegando a significar mucho,
pronto se apaga la efusión y se desvanecen.
· Amigos a toda prueba: “ Si ganas un amigo, gánalo en la prueba, y no le des confianza
demasiado pronto” (Eclo. 6, 7). Son aquellos amigos que han traspasado la barrera del
tiempo, de las pruebas, del cansancio y del aburrimiento. Son los que han perdurado a
través de los años. Los que han demostrado firmeza y fidelidad “en las buenas y en las
malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de
nuestra vida”. Son aquellos de los que uno se atreve a decir: “Estaremos juntos hasta que
la muerte nos separe” y con los cuales siente una alianza implícita de amor eterno.


La primera premisa que debemos tomar en cuenta para establecer una amistad es que
los amigos se ganan. Y alguno se preguntará, ¿es que acaso la amistad es un premio que
hay que ganar y no un regalo que se da? ¿Es acaso un trofeo por el que hay que luchar o
una mercancía que hay que comprar?. Jesús, en una ocasión, nos relató la historia de un
hombre que encontró un tesoro escondido en un campo, al descubrir lo mucho que valía,
fue y vendió todo lo que tenía para comprar aquel campo y obtener el tesoro. ¿Había
acaso dinero suficiente en el mundo que pudieran comprar aquel tesoro? ¿Es que acaso
Dios y su salvación tienen un precio que los humanos podamos pagar? Solo Jesús pudo.
Lo que nos quiere decir la parábola es que ese tesoro está a disposición de todo el que lo
quiera, pero que hay que alargar la mano para alcanzarlo y poseerlo.
Asimismo, la Palabra de Dios nos dice, que un amigo fiel no tiene precio, que no hay
manera de estimar su valor y que el que lo encuentra ha hallado un tesoro (cf. Eclo. 6, 14-
15). Pero para llegar a poseerlo hay que encontrarlo, valorarlo, trabajar por él, sacrificarse
por él, apostar por él, renunciar por él, morir por él.


BASES PARA LA AMISTAD


1) Trabajar en la amistad: “Las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje
amable favorece las buenas relaciones” (Eclo. 6, 5). Si bien es cierto, que la amistad en
su etapa inicial surge de un impulso espontáneo o empatía, para mantenerlo hay que
invertir en él. Hay que dar, o mejor aún, darse al amigo. Hay que poner amor, para sacar
amor. Y este amor ha de estar acompañado de sentimientos, palabras y hechos
concretos.


2) Valorar la amistad: “No cambies a un amigo por dinero ni a un verdadero hermano por
el oro de Ofir”. (Eclo. 7, 18) Amigos verdaderos no surgen todos los días, por tanto hay
que conservarlos y valorarlos. A veces descuidamos o cambiamos una antigua amistad
por una reciente que nos aporta más novedad. A veces lo traicionamos siguiendo
nuestros propios intereses.


3) Ser precavido: “Sepárate de tus enemigos y se precavido con tus amigos” (Eclo. 6,
13). “Hay amigos que causan la ruina” (Prov. 18, 24) No seamos prestos a acuñar amigos
que no conocemos bien. Seamos prudentes para no acarrearnos desgracia y desilusión.
4) Confiar: “No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a
vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a
conocer”(Jn. 15, 15). La amistad no puede ser aérea, hay que tener apertura al amigo.
Confiarle nuestro interior, nuestros pensamientos, sentimientos, lo que soy, lo que tengo y
lo que hago.


5) Confidencialidad: “Hay amigos que se vuelven enemigos, y para avergonzarte,
revelan el motivo de la disputa” (Eclo. 6, 9). Un amigo es un refugio seguro, en donde te
atreves a descargar tu alma, sabiendo que podrá guardar los secretos de tu corazón. Es
un puerto adonde no temes llegar.


6) Fidelidad: “Hay amigos que comparten tu mesa y dejan de serlo en el día de la
aflicción” (Eclo. 6, 10). “El amigo ama en toda ocasión, el hermano nace para tiempo de
angustia” (Prov. 17, 17). Ser fiel ante la prueba, la aflicción, la incomprensión y el
desaliento.


7) Humildad: “ Solo los verdaderos amigos nos dicen que tenemos la cara sucia”
(Proverbio siciliano). Saber aceptar nuestros errores y pedir perdón. Aceptar la
reprimenda amorosa del amigo.


8) Dialogar: “Dialogar es construir puentes hacia el amigo querido” (Amistad: vocación de
dialogo, Tato Ortega). No puede haber amistad sin diálogo. El saber dialogar supone
también saber escuchar. “Tener siempre presente sus valores y necesidades y desde
lejos cuidarlo y respetarlo” (Amistad: vocación de dialogo, Tato Ortega).


9) Aceptar: “ Al amigo no lo busques perfecto. Búscalo amigo” (Dicho español). Aceptar al
otro con sus imperfecciones y debilidades. No querer amoldarlo a mi forma de ser.


10) Encaminar bien la amistad: “El que teme al Señor encamina bien su amistad, porque
como es él, así también será su amigo” (Eclo. 6, 17) Hay amistades que ponen en peligro
nuestra integridad, seguridad y emotividad, nuestra fe y hasta nuestra propia vida. Una
verdadera amistad trae ganancias y no perdidas, nos ayuda a crecer y a madurar.


11) Estar dispuesto a morir: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus
amigos”
(Juan 15, 13). Estar dispuesto a morir, no solamente físicamente, sino también, morir a
uno mismo, a nuestro egoísmo y afán de autosuficiencia. Morir al orgullo y mostrarnos
necesitados del otro.


ETAPAS DE LA AMISTAD
Toda amistad pasa por diferentes etapas, de las cuales obtenemos una gran riqueza y
experiencia:


1) El encuentro: es esa primera etapa, en la que encontramos al amigo y empezamos a
saborear su compañía. Nos vemos ocasionalmente, nos hablamos por teléfono, salimos
de vez en cuando, etc.


2) El crecimiento: es la etapa de descubrir en el otro. Es la etapa del conocimiento
mutuo, de descubrir las semejanzas y las diferencias. De abrirnos al otro. De contar
nuestras historias personales. De saber adonde vive el otro, de conocer a su familia, de
estar juntos aunque sea para charlar pausadamente, sin el alboroto de un lugar público.


3) La madurez: es el tiempo de compartir, no solo las alegrías, sino también las penas.
De estar unidos aunque la vida duela. De vivir los desengaños, las desilusiones y el
hastío. De quitarnos las caretas frente al otro y de mostrarnos tal y como somos. De
sabernos débiles, sucios, enojados, cansados y necesitados. De vernos con ropa ligera y
acabados de levantar. De estar siempre atentos al llamado del otro no importa la hora. De
saber decir que sí y otras, no. Esta es la etapa donde se prueba la amistad “como el oro
en el crisol”


4) El desencuentro: es la etapa de la lejanía y del distanciamiento. Es la etapa en la cual
le doy espacio al otro para que pueda pensar. Es la etapa en la que entiendo su silencio y
acepto su distancia. En la que no forzo lo que no se me puede dar. En donde a veces
surgen los desacuerdos y las discusiones. Es donde la amistad se convierte en “el azúcar
y en la sal de la vida”. Es cuando a veces se dicen cosas dolorosas y se causan heridas.
Es el momento de respetar, comprender y callar. Es el tiempo de las lágrimas y la
soledad.


5) La reconciliación: Es la etapa del perdón y el retorno. Es cuando retomamos la
amistad donde la dejamos, pero esta vez más fortalecida por las nuevas experiencias y
conocimientos que adquirimos del otro. Es cuando “volvemos a las palabras, los
encuentros y hasta los ritos cercanos” (Amistad: vocación de encuentro, Tato Ortega). Es
cuando aprendemos de nuestros errores y aceptamos que la amistad pasa por
tempestades. Es el tiempo de la alegría de la compañía.


No quiero dejar de mencionar un tipo de amistad que trasciende lo humano para dar paso
a lo divino, y es la estrecha amistad que compartimos los hijos de Dios. Es una amistad
que nace de pertenecer a un mismo cuerpo, de compartir una misma fe, un mismo
bautismo, una misma vida en el Espíritu, una misma esperanza, una misma Iglesia y un
mismo Padre. (cf. Ef. 4, 4-6) Es la amistad en la que damos cabida a un tercero que nos
une en su amor, en la que no solo nos miramos uno al otro, sino que miramos juntos
hacia una misma dirección: El Reino de Dios.
Creo ciertamente, que igual que un matrimonio, que acude al altar a poner su amor en
manos de Dios y a pedir su Gracia, tiene otro sentido y dimensión, así también, una
amistad puesta en las manos de Dios adquiere una profundidad más plena y una mayor
riqueza.
Parte de los sufrimientos que tienen los seres humanos, se basa en la carencia de este
don indispensable para vivir que es la amistad. Si no hay más felicidad y alegría en el
mundo es porque hemos cerrado nuestras puertas a este soplo de frescura y hemos
creído, ingenuamente, que no necesitamos a nadie. Hoy, que buscamos más que nunca
la independencia, la autorealización y la libertad, hemos dejado de lado el interés, el
cuidado y la preocupación por el otro y por eso vivimos la peor de las soledades: la que se
vive en medio de la compañía.
Una vida sin amigos verdaderos no tiene luz, sentido ni sabor. Para lograr entablar una
amistad tendremos que salir de nuestro caparazón, vencer el miedo a la entrega y
abrirnos al amor. Mientras sigamos encerrados en nosotros mismos no hallaremos ese
espejo donde reflejarnos que es el amigo. “¿Qué es un amigo? Un alma que habita en
dos cuerpos” (Aristóteles)


Fuente : Eva Baquero Haigler


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