Así como era la misión suprema de Jesús dar la vida eterna, entonces es la responsabilidad suprema del creyente apropiarse de esta vida.
Dios contempla al creyente incluso ahora en la imagen de Cristo. Nosotros podemos gozarnos como los que ya son justificados.
Nuestro perdón es completo y es seguro. Dios puso los términos de la salvación tan altos que nunca podríamos estar a la altura de ellos, y por lo tanto nos ha salvado sólo por la gracia mediante la fe en Cristo solamente. Por lo tanto, el «título de propiedad» para nuestra salvación es tan alto que nunca podemos anularlo porque «estamos escondidos con Cristo en Dios.» Dios mantiene la copia original de Su pacto eterno con nosotros en el cielo. El sacrificio expiatorio del Señor Jesús es nuestra única razón de la aceptación con Dios. Nada puede removernos de nuestra posición con Él porque la justicia de Cristo está en nosotros por nuestra unión vital con Él.
Nuestra justicia atribuida esta todavía en Cristo, y no en nosotros, incluso cuando nosotros somos hechos partícipes de los beneficios de la misma.
Cuando estamos en Cristo, podemos mirar hacia atrás en nuestras vidas y ver que todo en el tiempo pasado de nuestra vida no regenerada terminó en la cruz. Además, nosotros miramos en nuestras vidas desde que creímos en Cristo como nuestro Salvador, y lo vemos en el Cristo resucitado en una nueva bendición perfecta fresca en la vida eterna.
Todo lo que somos y todo lo que necesitamos para vivir la vida cristiana es encontrado en Cristo y en Su provisión perfecta para nosotros.
En Cristo nuestra justicia perfecta, nosotros vemos todo lo que vendremos a ser cuando Él nos termine de perfeccionar. Estar en Cristo es el mayor motivo para vivir una vida pura. Cuando nos damos cuenta quienes somos en Cristo, nosotros queremos llegar a ser esto en la práctica.
Nuestra justificación promete una vida santa tan cierto como la promesa de la vida eterna por parte de aquel que nos la da. El apóstol Pablo escribió: «Él también nos predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Rom. 8:29).
Puntos de vista bajos tanto en la justificación y la santificación producirán avances bajos en la semejanza de Cristo, mientras que los puntos de vista altos de la justificación y la santificación producirán un alto nivel de motivación para crecer en Su imagen y semejanza.
La evidencia de una unión vital con el Señor es encontrada en el constante fluir en nosotros de la vida que está en Él y la muerte que Él murió.
¿Cómo es eso posible? La comunión con Cristo en nuestra vida diaria debe hacernos santos en la práctica. No hay escape de las palabras de Jesús: «Permaneced en Mí, y yo en vosotros.» Morimos al pecado y estamos vivos para la vida nueva en Cristo.
Nuestra fe se basa en Cristo. Con cada ataque en el alma, nosotros escuchamos al Espíritu de Dios susurrando las palabras del Padre en nuestro oído espiritual, «Cuando yo veo la sangre, Yo pasaré sobre ti.» La sangre de Jesucristo no solo responde a todas las acusaciones contra nosotros. Mi alma responde en la fe diciendo: «Ahora no hay condenación para los que están en Cristo».
Nos apropiamos de la perfecta provisión de Dios de la vida presente en Cristo y nuestra vida eterna en el futuro al confiar en Él. En respuesta a Su amor hacia nosotros, nosotros obedecemos Su Palabra. «Si permanecéis en Mí, guardareis Mis mandamientos.» Cualquier problema de la obediencia es realmente un problema de amor.
Cristo es recibido en el alma cuando nos alimentamos de Él. Hay una participación repetida de Aquel que es y da la vida eterna. Nosotros crecemos de la vida a la vida en la nueva persona en Cristo, y nosotros crecemos de la muerte a la muerte, en la muerte del viejo hombre. Tenemos que «revestirnos» de Cristo, y «despojarnos» del viejo hombre. Debido a que nosotros hemos sido revestidos en Su justicia, nosotros queremos llegar a ser como Él en nuestra práctica diaria.
Selah!
Mensaje por Wil Pounds
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