La Biblia: ¿Cómo nos llegó? ¿Podemos confiar en ella? (Primera parte)

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La Biblia fue inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16-17. Está compuesta de 66 libros los cuales se escribieron durante un periodo de 1600 años, entre el año 1500 antes de Cristo, y el año 100 después de Cristo. Sus autores fueron reyes, profetas, líderes, y seguidores de Jesús.

El Antiguo Testamento fue escrito principalmente en hebreo, con parte en arameo. El Nuevo Testamento fue escrito en griego. Los libros de la Biblia fueron colectados, organizados, y considerados inspirados o no, por autoridades y concilios de maestros judíos y por la iglesia primitiva, basado en normas específicas y con autoridad de expertos.

Antes del desarrollo de la imprenta la Biblia era copiada a mano. Estas copias eran cuidadas al máximo por los encargados de hacerlo, y esto no se le encomendaba a cualquiera. Se establecieron normas muy estrictas.

Tenemos mucha evidencia que la Biblia que tenemos hoy día es fiel a los originales. De las miles de copias en existencia hechas a mano antes del 1500, todavía se conservan más de 5300 manuscritos griegos del Nuevo Testamento. Los textos bíblicos se han preservado mejor que los de Platón o los de Aristóteles. Esto es digno de notar.

El descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto en el siglo XX en Israel, ha confirmado de forma asombrosa la precisión en que se han conservado algunas de la copias del Antiguo Testamento hechas a través de los años. Aunque contienen algunas diferencias en ciertas palabras, ninguna afecta las doctrinas bíblicas.

A medida que la Biblia fue llevada a otras culturas se fue traduciendo a otros idiomas comunes del pueblo, ya que antiguamente solo los privilegiados podían leerla, y por lo tanto la gente común dependía de los que sí podían hacerlo y fueron engañados y explotados por ello. Hoy tenemos el gran privilegio de tener la Palabra de Dios en nuestro propio idioma, y por lo tanto, también tenemos una gran responsabilidad de conocerla bien y compartirla con familiares y conocidos.

No tenemos excusa, y si tenemos tiempo para ver la televisión, ir al cine, leer libros mundanos, o pasar horas y horas viendo partidos de futbol, etc. etc., pero no sacamos tiempo para usar el privilegio que tenemos de leer la Palabra, no vamos a crecer en conocimiento ni deseos de participar activamente en Su reino. Nos vamos a perder mucho, y después nos vamos a arrepentir pues perderemos eternamente la oportunidad de participar de lo mejor del cielo.

Hermanos, mediten en esto.


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