• Fui también asido por Cristo Jesús… Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. – Filipenses 3:12-14.
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Subir al podio es el sueño de numerosos atletas. Con el objetivo de alcanzar ese nivel, los futuros campeones pasan por largas horas de entrenamiento, renuncian a ciertas actividades de ocio y mantienen una rigurosa disciplina. Aceptan sacrificarse para alcanzar la meta que se fijaron.
Así se comportó el apóstol Pablo desde que encontró a Jesucristo. Se comprometió con la carrera cristiana y, como un auténtico atleta, se esforzaba sin mirar atrás y pensaba únicamente en el premio final (2ª Timoteo 4:7). Asimismo, el cristiano está invitado a participar en una “carrera” que implica una disciplina personal. “Corred de tal manera que lo obtengáis (el premio)” (1ª Corintios 9:24).
La vida cristiana implica esfuerzos y renuncias en todos los sentidos, motivados por el amor y el apego a Cristo debido a la excelencia de su persona (Filipenses 3:8). Somos invitados a seguir a nuestro Salvador, incluso si las circunstancias de la vida son difíciles. Para ello tenemos recursos inagotables, como por ejemplo la Palabra de Dios y la oración.
Prosigamos a la meta, esforzándonos, porque esta carrera no es un paseo, sino una carrera muy seria, y lo que está en juego es capital. Pero a diferencia de los atletas que rivalizan unos con otros, los creyentes somos todos vencedores en Cristo, quien nos amó (Romanos 8:37).
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