La Codicia de Dinero es Idolatría





Efesios
5:5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios


Como sabemos que Cristo puede volver en cualquier momento, queremos examinar primeramente nuestra propia postura. Seamos sinceros: ¿Hasta dónde dejamos que las preocupaciones de este mundo determinen nuestros pensamientos y nuestras acciones? 
Wilfred J. Hahn
Director por largos años del Grupo de Inversión Global
del Royal Bank of Canadá, y fundador del ministerio The Mulberry Ministry


¿Qué tan codiciosos y deseosos de dinero somos? Después de todo, la codicia es la compuerta principal hacia el enredo y la esclavización en el presente sistema del fin de los tiempos. La depravación y la codicia van de la mano. Pues, la Biblia dice: “Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas” (Lc. 12:31). Esto se podría decir, también, al revés: “Mas buscad el dinero, y todas sus contaminaciones y pecados se os pegarán.” Sin lugar a dudas, Pablo también pensaba así, ya que escribió: “… raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Ti. 6:10). Para decirlo lisa y llanamente: la codicia es idolatría, porque pone al dinero y al lucro en un lugar más alto que a Dios. Quien se entrega a la codicia, celebra en los altares al dios mamón y quebranta el primero de todos los mandamientos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20:3). De ahí que la Biblia condene firmemente, y sin concesiones, la codicia: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Ef. 5:5). La codicia busca su herencia en la tierra.

El mandamiento de Dios es inequívoco. Debemos “salir del mundo”, es decir, soltarnos de sus trampas, o sea de las promesas y enredos de una estructura colosal de finanzas y comercio. “Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades” (Ap. 18:4-5). Si pasamos esto por alto, nos haremos culpables de ser cómplices del sistema. Liberarse de esta trampa apocalíptica del dinero – caracterizada por idolatrar a la “Babilonia la Grande” – significa que no la adoraremos, ni le daremos nuestra confianza. “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios” (1 Co. 10:21). Nuestro lugar está en la mesa del Señor, donde queremos agradecerle por Su provisión, y donde honramos y glorificamos solamente a Él. 




Fuente:  http://www.llamadaweb.org/view.php?id=5328


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