La oración y la obra de dios (4)

LA ORACIÓN Y LA OBRA DE DIOS (4)
¿Cómo debemos nosotros poner las vías para la voluntad de Dios? La respuesta: «Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu» (Efesios 6:18). Nuestra oración debe tocar en muchas direcciones. Debemos orar constantemente. Hagamos oraciones específicas y precisas, y también oraciones generales. Muchas de nuestras oraciones, por abarcar mucho, son demasiado imprecisas; presentan demasiados agujeros por los que Satanás puede entrar con toda facilidad. Si nuestras oraciones fueran completas y bien protegidas, Satanás no tendría ninguna oportunidad de hacer estragos.
Por ejemplo, cuando un hermano sale a predicar, debemos poner la vía para que la voluntad de Dios se cumpla en él. Si solamente oramos unas pocas palabras en una oración general, pidiendo al Señor que lo bendiga, que lo proteja, y supla sus necesidades, esa red de oración es demasiado delgada. Si queremos orar por una persona en particular, debemos extender una red muy cerrada para que Satanás no encuentre ningún agujero por donde colarse. Entonces, ¿cómo debemos orar? Cuando ese hermano se prepara para salir, debemos orar por su salud, por su equipaje, por el tren en el que viajará, hasta por el horario del tren, por su descanso y comidas en el tren, y por la gente que encontrará en el tren. Debemos orar también por todo lo que se relacione con él cuando haya llegado a su destino: orar por el lugar en que se quedará, orar por los vecinos, incluso por las cosas que él leerá, orar también por su trabajo: por el tiempo que le tendrá que dedicar y por todas las otras cosas que se relacionan con el trabajo. Si oramos por él así de extensamente, será muy difícil que Satanás encuentre una abertura por la que pueda atacarlo. El trabajo de la oración es por lo tanto un verdadero trabajo. Los que son perezosos, necios y descuidados no pueden hacer este trabajo. Con todo, cuan a menudo vemos que, cuando hay personas que oran por una determinada cosa con seriedad y por extenso, la cosa se cumple.
Hay otra lección que debemos aprender aquí. Satanás está tan lleno de engaños, que para nosotros es realmente difícil defendernos de sus tretas. Nosotros somos incapaces de orar hasta por el último detalle y, por lo tanto, solamente podemos orar de esta manera: «Oh Señor, que tu preciosa sangre responda a lo que venga de Satanás.» Démonos cuenta de que la preciosa sangre de Cristo es la contestación a todas las obras del enemigo. Esta es la mejor oración que podemos presentar contra él, para que no pueda colarse por esta red para asaltar a los hijos de Dios.
Cada vez que oramos, necesitamos ver tres aspectos: primero, debemos ver a quién estamos orando; segundo, debemos conocer a aquél por quién oramos; y tercero, debemos darnos cuenta de quién es contra el que oramos. Frecuentemente sólo nos acordamos de dos aspectos de la oración: el que se refiere a Dios (a quien oramos) y a los hombres (por quienes oramos). Y así hemos pasado por alto el aspecto que se refiere al enemigo. En este asunto de la oración debemos conocer no solamente a quién oramos, sino también contra quién oramos. Debemos conocer por quién oramos, pero debemos también conocer que hay un enemigo que está al acecho para herirnos. Nuestra oración se dirige a Dios, por los hombres, y contra Satanás. Si tenemos en cuenta estos tres aspectos, es seguro que Dios obrará a nuestro favor.
Todos los que verdaderamente trabajan para el Señor deben extender la red de la oración de tal manera que Dios pueda obrar por medio de esa persona. Dios no está en absoluto opuesto a obrar: simplemente está esperando que las personas oren. Qué ansiosamente espera el Señor que los hombres tengan una vida de oración, cómo la voluntad divina espera las oraciones de los hombres. Muchas veces, sin que de antemano hayamos destinado un tiempo para la oración, sentimos una urgencia para orar. Esto indica que hay un asunto en la voluntad de Dios que requiere nuestra oración. Oremos cuando sintamos la urgencia de la oración: esto es orar de acuerdo a la voluntad de Dios. Es el Espíritu Santo quien nos constriñe a presentar la oración que está de acuerdo con la voluntad de Dios. Cuando el Espíritu Santo nos urja a orar, debemos orar. Si no oramos, sentiremos un ahogo interno, como si hubiéramos dejado de hacer algo. Y si a pesar de todo no oramos, nos sentiremos todavía más oprimidos. Por fin, si decidimos no orar, el espíritu de la oración y la urgencia de la oración quedarán tan embotados, que nos será difícil recobrar este sentimiento y hacer después la oración de acuerdo a la voluntad de Dios.
Cada vez que Dios pone un pensamiento de oración en nosotros, su Espíritu Santo primero nos mueve a tener una urgencia de orar por ese asunto en particular. Tan pronto como recibamos ese sentimiento, inmediatamente debemos entregarnos a la oración. Debemos pagar el precio de orar bien por ese asunto. Pues cuando el Espíritu Santo nos mueve, nuestro propio espíritu al instante siente una urgencia como si nos hubieran puesto un peso en el corazón. Después de haber orado, nos sentimos aliviados, como si nos hubieran quitado de encima una pesada piedra. Pero en el caso de que no hagamos la oración, experimentaremos el sentimiento de que hemos dejado de hacer algo. Si no hacemos la oración, no estamos en armonía con el corazón de Dios. Si somos fieles a la oración, es decir, si oramos tan pronto sintamos la urgencia de hacerlo, la oración no se convertirá en un peso, sino que en vez de ser así, se convertirá en algo suave y gustoso.
¡Qué lástima que sean tantos los que en este punto apagan el Espíritu Santo! Ahogan la sensación que el Espíritu Santo da para moverlos a orar. Después, serán muy pocas las veces que vuelvan a experimentar esa sensación. Porque ante el Señor ya no son vasos útiles. El Señor no puede lograr nada por medio de ellos, porque ellos ya no pueden expresar en la oración la voluntad de Dios. Oh, si caemos en el estado de ya no sentir la urgencia de la oración, nos habremos hundido en una situación muy peligrosa, pues habremos perdido la comunión con Dios y El ya no puede usarnos en su trabajo. Por esta razón, hemos de ser extremadamente cuidadosos al tratar los sentimientos que nos da el Espíritu Santo. Cuando sintamos una urgencia a la oración, inmediatamente debemos preguntar al Señor: «Oh Dios mío, ¿por qué cosa quieres que ore? ¿Qué quieres llevar a cabo que necesita que yo ore?» Y si nosotros oramos por eso, la vez siguiente, Dios volverá a confiar en nuestra oración. Pero si no obedecemos la primera urgencia, seremos incapaces de recibir la segunda llamada.
Pidamos al Señor que nos haga fieles en cooperar con El en la oración. Tan pronto como sintamos el peso, descarguémoslo en la oración. Si la carga se hace demasiado pesada y no podemos aliviarla con la oración, entonces debemos ayunar. Cuando la oración no puede aliviar la carga, debe ser seguida por el ayuno. Por medio del ayuno, la carga de la oración puede aliviarse rápidamente, puesto que el ayuno puede ayudarnos a descargar la más pesada de las cargas.
El que continúe haciendo el trabajo de la oración, se convertirá en un canal de la voluntad de Dios. Cuando el Señor tenga algo que hacer, buscará a esta persona. Deseo decir esto: que la voluntad de Dios está siempre buscando una salida. El Señor está siempre a la búsqueda de alguien o de algunas personas que sean la expresión de su voluntad. Si son muchos los que se adelantan a hacer este trabajo, Dios hará muchas cosas a causa de sus oraciones.
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Aguas refrescantes 20 de julio
Cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia. Colosenses 1:24
La obra de Cristo como Redentor es completa pero sus aflicciones requieren ser completadas. Cristo ha logrado la solución para la humanidad. Sin embargo, no todos los hombres saben lo que El ha hecho. El mismo sólo predicó las buenas nuevas a aquéllos de su generación que estaban en contacto con El. Por este motivo, nosotros debemos ir al mundo y decirle lo que Cristo ha realizado.
Cuando el apóstol Pablo habla acerca de lo que falta de las aflicciones de Cristo, se está refiriendo a sus tra¬bajos entre los gentiles. La experiencia le había enseñado que al costo pagado por Jesús para nuestra redención, había aún otro costo que agregar, a saber: tribulaciones, dolor y vergüenza involucrados en la propagación de las buenas nuevas. Estas adversidades nunca debieran dete¬nernos de realizar la tarea.
Watchman Nee
Jesús es el Señor! – Jesus is Lord – Jesus ist der Herr – Yeshua adonai – Gesù è il Signore – Jésus est Seigneur – Ιησους ειναι ο Λορδος – Иисус – Господь – يسوع هو الرب – 耶稣是主 – 主イエスは – Jesus é o Senhor – Jesus är lorden
Literatura disponible en:
corpocri@yahoo.com
laiglesiaenarmenia@yahoo.com

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