La ultima cena de Cristo

No existe ninguna manera de escapar de la crucifixión en este mundo. Quienes entran voluntariamente a la cruz de Cristo son resucitados en Su resurrección omnipotente. Quienes escogen el camino de las riquezas del mundo, confiando que su dinero les dará el poder para escapar de las tribulaciones de la vida, destruyen su relación con su Creador. Cristo nos lo ha advertido claramente: ningún hombre puede servir a Dios y al dinero.
¡Qué terrible es perderse! Judas Iscariote se perdió – se perdió de poder estar en la Presencia de Su Creador por la eternidad. ¡Y por sólo treinta monedas de plata
Judas Iscariote era uno de los doce discípulos. No había nada inusual acerca de Judas a excepción de su amor por el dinero. Él tenía a su cargo la bolsa del dinero, el monedero que los discípulos tenían en común. El dinero significaba tanto para Judas que fue capaz de robar el dinero perteneciente a sus camaradas, a sus compañeros discípulos.
Dijo esto (Judas), no porque se interesara por los pobres sino porque era un ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, acostumbraba robarse lo que echaban en ella. (Juan 12:6 – NVI)
Jesús se refirió a Judas, el hijo de Simón, como «el hijo de perdición» (el destructor por naturaleza). Jesús declaró, «más le valdría a ese hombre no haber nacido» (Mateo 26:24).
Ésta ciertamente es una declaración temida. ¿Te gustaría a ti escuchar que tu Creador te diga que valdría mejor que no hubieras nacido?
Judas no era un hombre que no tuviera conciencia. Su conducta futura nos muestra una conciencia y un remordimiento. Pero Judas amaba el dinero. El amor al dinero abrió una puerta por la que Satanás pudo entrar en él.
En el momento en que fue efectuado el despreciable acto de Judas su conciencia le habló. Judas se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos de Israel, era el precio por la vida del Cristo de Dios.
«He pecado – les dijo (Judas) – porque he entregado sangre inocente.» La tristeza de Judas no fue porque hubiera traicionado al Cristo de Israel sino porque había traicionado a un ser humano inocente.
Judas salió y se ahorcó. Ciertamente, el amor al dinero es la raíz de toda clase de males.
¿Habrá sentido Judas terror al descubrir, conforme iba descendiendo al pozo sin fondo, que había entregado a los Romanos al Hijo santo de Dios? ¿Sentiremos terror nosotros si descubrimos, al entrar al reino espiritual, que le hemos fallado a Cristo debido a nuestro amor por el dinero?
¿Puedes imaginarte la agonía del alma y de la mente de Judas? Cristo no fue el único que sufrió el dolor agudo de la muerte y del Infierno durante esas horas terribles. Pero la agonía de Cristo lo condujo al trono de gloria, mientras que la agonía de Judas aumento mil veces conforme entró a las temibles cavernas de las tinieblas, a la morada de Satanás, de los ángeles caídos y de la gente más vil de toda la historia. No le era de consuelo a Judas darse cuenta que estaba rodeado de espíritus iguales al suyo, te será de consuelo tu dinero?
Cristo recibió la bienvenida del Padre y de los santos ángeles. Judas fue recibido por ángeles caídos y demonios, cuyos rostros, al ser vistos, sobrepasan en horror cualquier otra experiencia posible a los seres humanos.
Hubo tres cruces en Gólgota: Jesús fue crucificado, el criminal salvo fue crucificado, y el criminal que no era salvo fue crucificado. Tampoco se escapó Judas. Él también fue «crucificado», por así decirlo.
No existe ninguna manera de escapar la crucifixión en el mundo. Quienes entran voluntariamente a la cruz de Cristo son resucitados en Su resurrección omnipotente.
Quienes escogen el camino de las riquezas del mundo, confiando que su dinero les dará el poder para escapar de las tribulaciones de la vida, destruyen su relación con su Creador. A final de cuentas, todos seremos «crucificados» de una manera u otra, y poseer mucha riqueza no puede evitarlo.
Balaán, Guiezi, Judas, y Ananías y Safira nos dan testimonio desde las tinieblas eternas que las riquezas son engañosas, que el amor al dinero ciertamente es la raíz de toda clase de males.
Tenemos a ministros «Cristianos» hoy en día que están enseñando que el pueblo del Señor debe ser rico en cuanto a los bienes del mundo y que debemos ejercitar la fe para obtener riquezas. Estos profetas de Balaán, adornados en los lujos del mundo actual, no pueden ver las costillas huesudas de los que están muriendo en África, ni pueden escuchar los quejidos de desesperación viniendo de los labios resecos de una madre intentando amamantar a su hijo hambriento.
Estos amadores de oro no pueden ver ni escuchar los tormentos de la población del mundo porque la búsqueda de riqueza ha cegado sus ojos y tapado sus oídos. Sin embargo, están predicando que los santos deben ir tras el dinero. Los ciegos están guiando a los ciegos. ¿Acaso soportarán su propio juicio?
Llegará la hora en que los profetas falsos amadores del dinero estarán en las tinieblas de afuera, vestidos en trapos, rogando por una probadita del agua de la vida. Los pobres de la tierra, ricos en fe, estarán festejando en las suntuosas riquezas del Reino. Estarán bailando y cantando con alegría, jugando con los niños en los prados verdes de gloria bajo un cielo radiante.
Los maestros del amor al dinero verán en la distancia, desde sus madrigueras opresivas, la riqueza y la gloria del Reino. Apenas escucharán la melodía de la música de los ángeles. Olerán un poco la fragancia del aire celestial. Pero serán mantenidos a distancia hasta el Día del Juicio.
Ellos se volvieron ricos por sus predicaciones pero ahora están empobrecidos. Debieron de haber guardado tesoros en el Cielo para que a su muerte pudieran regocijarse en la hermosura y en el amor del Paraíso espiritual. En lugar de eso, andarán en trapos aguardando comparecer ante la corte más temible de todas.
Este es el destino certero de pastores, evangelistas y maestros Cristianos que han escogido usar su profesión para obtener riquezas materiales y comodidades. Cuando mueran, atormentados crujirán sus dientes mientras los santos más pobres estarán morando en gozo y en una paz perfecta.
Uno de los aspectos sobresalientes del reino del Anticristo será el amor al dinero, a la ganancia material. El gobierno mundial y la gigantesca organización Cristiana de los últimos días serán dominados por el amor al dinero. El dinero será su ídolo y su poder. Todos estos serán destruidos al final.


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