Las dos oraciones de Ana

En el primer libro de Samuel se nos relata el origen del nacimiento de este profeta que será en adelante reconocido por ungir a los dos primeros y más conocidos reyes de Israel, entre muchas otras obras que realizaría en servicio al Señor.

Como en el origen de otros grandes personajes en la biblia podemos notar que El Señor desde antes de nacer tenia propósito y planes para este hombre (al igual que con cada uno de nosotros -Efe 2:10)

El relato de su nacimiento comienza con una mujer acongojada por quizás la mayor aflicción que podría tener una esposa en la cultura israelita, el no tener hijos. Si bien Elcana, su esposo, ya tenia hijos de Penina, su otra esposa, nos dice la Biblia en el verso 5 que Elcana amaba a Ana, aunque ésta no le hubiese dado hijos. Ana a su vez soportaba cada año las provocaciones de Penina que la llevaban hasta las lágrimas, llegando a ser notorio por su esposo Elcana.

¿Cuántos de nosotros hemos estado en alguna situación de alguna manera similar, el desear fervientemente algo y no verlo realizado año tras año y seguir anhelándolo con todo nuestro corazón? Quizás no sea un hijo, quizás sea la persona idónea que auyente la soledad, o ese empleo que nos brinda estabilidad, o cualquier otra cosa, escoja usted de acuerdo a su deseo.

La primera Oración – Petición y Voto:

Ana en medio de su desesperación y angustia toma la mejor decisión, busca ayuda en el único que podía brindársela, en el caso particular de Ana era evidente que si no tenia un hijo era por la voluntad del Señor, asi que recurre al templo y, como dice en el versiculo 10 con amargura de alma oró a Jehova y lloró abundantemente, derramó su ser, su angustia y desesperación delante de Quien nos dice la Escritura que enjugará toda lágrima, Quien conoce nuestras angustias y Quien puede brindar consuelo.

Siempre que encontramos una oración de algun personaje en la biblia es interesante examinarla detenidamente, ya que es una muestra de la clase de oración que El Señor responde y podemos aprender de ella, siendo asi, examinemos la actitud y las palabras de Ana al dirigirse a Dios.

En primer lugar Ana derramó su corazón delante del Señor y solo delante de El, no acusó a Elcana, no buscó a Eli, y como dice el versiculo 12 oró largamente, no limitó su tiempo para expresar su deseo. ¿Cuanto tiempo le pudo haber tomado pedir a Dios su oración del verso 11?

E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.

Si leemos el versículo, la precisa y específica oración de Ana no nos tomaría ni medio minuto repetirla, aun asi Ana ‘oró largamente’. ¿Cuánto tiempo invertimos en nuestra oración al Señor? ¿Pasamos tiempo callados en Su presencia? ¿O vamos a sus pies con nuestro pliego de peticiones bien redactadas, las entregamos bien diligenciadas y nos retiramos cual oficina protocolar?

Continuando con el examen de la oración de Ana lo segundo que podemos notar es la humildad con que se dirige a Dios, en primer lugar lo llama como Jehova de los Ejércitos, el nombre de Dios que nos recuerda Su carácter como nuestro defensor, e inmediatamente nos muestra la humildad con la que inicia su petición, “si te dignares… te acordares… no te olvidares… dieres…”

A veces olvidamos estas dos formas iniciales de cualquier oración, en primer lugar nunca debemos olvidar que a Quien pretendemos elevar nuestras oraciones no es el genio de la lámpara, se trata de DIOS, JEHOVA DE LOS EJERCITOS, y en toda Su majestuosidad, poder y autoridad, ¡no tiene porqué concedernos nada! ¡Absolutamente nada!, pero que es tan grande Su amor y misericordia hacia nosotros que no solo escucha nuestras oraciones sino que si son conforme a Su voluntad, en Sus tiempos y a Su manera las concederá.

Ana a su vez encierra su oración con un ‘voto’, un ofrecimiento a cambio del cumplimiento de la petición, promete dedicar su hijo todos los dias de su vida al servicio del Señor y además de ello hacerle Nazareo.

Esta no era una promesa cualquiera, lo que está diciendo Ana es que una vez que su hijo naciera, a determinada edad lo dejaría en el Templo para servir al Señor el resto de su vida, en otras palabras, su tan deseado hijo apenas pasaría sus primero años a su lado y después lo entregaría al templo.

No era una promesa fácil de cumplir, pero como muchos de nosotros, cuando pedimos algo al Señor interiormente tratamos de alguna forma de presionar o hacer más valida nuestra petición sopesando algun tipo de promesa, muchas veces sin pensar el costo de lo que estamos ofreciendo. Es muy fácil ofrecer casi cualquier cosa a cambio del objeto de nuestro deseo, el problema viene cuando recibimos aquello tan deseado y entonces nuestro ofrecimiento suele parecernos demasiado y quizás hasta llegamos a cometer el grave error de encontrar alguna cláusula que anule nuestro ofrecimiento, bien nos advierte la biblia que no tardemos en cumplir lo prometido a Dios (Ecle 5:4, Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque Él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes.)

Al final de la oración de Ana vemos otra parte muy importante, y es el comportamiento que ella asume una vez que ha hecho lo que está a su alcance en lo que respecta a su petición, el verso 18 nos dice que Ana se retiró, comió y no estuvo más triste. La Biblia en ningún momento nos dice que sea malo, o que sea pecado entristecernos, de hecho el mismo Señor Jesús se entristeció, y la tristeza como otras emociones son parte de nuestra naturaleza como seres humanos, pero otra cosa es prolongar esa tristeza y extenderla hasta la bien conocida y abundantemente mal usada depresión.

Pasado un tiempo nos cuenta la historia que Ana concibió a un niño a quien puso por nombre Samuel que quiere decir ‘escuchado por Dios o Pedido a Dios’, vemos aquí como Ana reconoce inmediatamente que este niño nacido ha sido respuesta a su oración, y es ahora cuando llega el momento decisivo de cumplir lo ofrecido como voto por el cumplimiento de su oración cuyo resultado sostenía ahora en sus brazos.

Llegado el momento Ana cumple cabalmente con su voto, lleva al niño al templo junto con ofrendas y lo entrega al sacerdote Eli, para que sirva en el templo conforme a lo prometido. Y además de cumplir con su voto nos da una lección respecto a su actitud, adora, alabando a Dios y reconociendo Su grandeza, esta es la segunda oración de Ana, que podemos encontrar en el 2 capítulo del libro.

No es difícil sentirnos tentados a guardarnos aquello ofrecido a cambio del cumplimiento de alguna petición, cuando lo ofrecimos no parecía tanto, pero ahora que lo hemos recibido quizás nos comience a parecer demasiado, o buscamos algun tecnicismo que nos permita librarnos de cumplir con lo ofrecido. Pero peor aún es cuando a esta actitud sumamos la ingratitud y no solo no queremos cumplir con nuestro voto sino que no nos tomamos el tiempo para adorar a Dios y agradecerle apropiadamente por su fidelidad y misericordia.

Ana por otro lado expresó su gratitud en una extensa oración que nos habla del poder de Dios, de la confianza que podemos tener en El, de Su protección y Su provisión, de Su soberanía para dar y para quitar, no deja de exaltar atributo alguno de Nuestro gran Dios.

La historia termina contándonos que Samuel quedó en el templo ministrando delante del sacerdote Eli, y su madre le visitaba cada año (ver 18-19) y le traía una túnica pequeña, y gracias a la fidelidad que demostró Ana el Señor la bendijo no solo con Samuel, sino que concibió tres hijos y 2 hijas más.

Es un principio de vida en el cual podemos depositar toda nuestra confianza que cuando obedecemos a Dios, cuando confiamos en Él, nunca vamos a resultar decepcionados. Ana pudo haber resentido el entregar a su único hijo, pero de haber incumplido lo prometido a Dios, se hubiese perdido de una mayor bendición.

Pro 10:22 La bendición de Jehová es la que enriquece,

Y no añade tristeza con ella.


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