Las "pobres casas" de los narcotraficantes… (mientras ve esto tenga en cuenta a Eclesiastés 2:26)

El periódico The New York Times ofrece un recorrido inusual por las lujosas mansiones de algunos de los narcotráficantes mexicanos más conocidos: previsible ostentación de una riqueza —como tantas otras— ganada con sangre.

Fachada de la casa donde vivía Zhenli Ye Gon
El narcotráfico es, en esencia, un negocio. Uno cuyas cuantiosas ganancias —nacidas en buena medida de la prohibición que pesa sobre varias de las sustancias trasegadas— ha elevado a individuos antes desconocidos y pertenecientes a las clases más bajas de una sociedad estratificada según la capacidad económica, en personajes de notable aunque subrepticia influencia pública, que se cuelan a las listas de los más ricos del mundo y que abierta o secretamente tienen la admiración o la envidia de muchísimas personas que quisieran estar en su posición.

 Interiores de la casa donde vivía Zhenli Ye Gon
Por otro lado, sabemos también que estos nuevos magnates dan rienda suelta a sus fortunas casi siempre de manera ostentosa, lo mismo en su vestimenta que en sus pasatiempos o en las muchas casas que habitan.
Recientemente el periódico New York Times publicó un reportaje sobre las mansiones de algunos narcotraficantes destacados, profusamente ilustrado con imágenes in situ de las residencias que estos personajes habitaban regularmente o que utilizaban como lugares de descanso.
 Exterior de la casa de Eduardo Arellano Félix
 La casa de Eduardo Arellano Félix por dentro.

A continuación dos videos del informe que el New York Times presentó:

  

Destacan, claro, los lujosos acabados de algunas de estas casas —algunas verdaderos palacetes principescos—, pero quizá mucho más el trasfondo cultural que anima este regocijo personal en el exceso que permite el mucho dinero obtenido.

Dice Damien Cave, autor del reportaje:

 «Para muchas personas aquí [en México], el crimen representa una meritocracia en un país de oligarquía y pobreza. Trabaja duro, haz lo que sea necesario y un jefe criminal te recompensará con dinero, autos y responsabilidad.«

Tres imágenes del lujoso departamento con vista panorámica en la Ciudad de México donde vivía un joven narco.
En este sentido, resulta difícil condenar la desmesura de estos narcotraficantes. ¿Quién no viviría, percibiendo semejantes ingresos, en un exclusivo conjunto residencial, rodeado de comodidades y placeres? Si emplean o no con mal gusto su dinero, es una opinión subjetiva. Lo condenable, en todo caso, es el origen de dicha riqueza: la explotación, las muertes, la corrupción —no muy distinta, en este aspecto, al de muchas otras.
 
Interior de la casa donde fue arrestado José Jorge Balderas Garza, “El JJ”
 Un Plymouth encontrado en la casa de un narcotraficante.
Viendo todo esto vale la pena declarar con fe lo que dice la Escritura:
«Además, Dios le da sabiduría, entendimiento y mucha alegría a quien él aprueba. En cambio, al pecador Dios lo hace trabajar para que junte y acumule para luego dárselo a quien Dios aprueba. Por eso acumular riquezas tampoco tiene sentido y es como tratar de atrapar el viento.» 
Eclesiastés 2:26

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