lecturas 27 de abril de 2010

martes 27 Abril 2010
Martes de la IV Semana de Pascua

Nuestra Señora de Monserrat, Santa Zita, San Toribio de Mogrovejo , Beato Nicolás, San Simón de Jerusalén, Beata María Antonia Bandrés y Elósegui , Beata Isabel Vendramini

Leer el comentario del Evangelio por
Beata Teresa de Calcuta : «Mis ovejas escuchan mi voz»

Lecturas

Hechos 11,19-26.
Mientras tanto, los que se habían dispersado durante la persecución que se
desató a causa de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y
anunciaban la Palabra únicamente a los judíos.
Sin embargo, había entre ellos algunos hombres originarios de Chipre y de
Cirene que, al llegar a Antioquía, también anunciaron a los paganos la
Buena Noticia del Señor Jesús.
La mano del Señor los acompañaba y muchos creyeron y se convirtieron.
Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía.
Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró
mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón
firme.
Bernabé era un hombre bondadoso, lleno del Espíritu Santo y de mucha fe. Y
una gran multitud adhirió al Señor.
Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo,
y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en
esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por
primera vez los discípulos recibieron el nombre de «cristianos».

Salmo 87(86),1-3.4-5.6-7.
De los hijos de Coré. Salmo. Canto. ¡Esta es la ciudad que fundó el Señor
sobre las santas Montañas!
El ama las puertas de Sión más que a todas las moradas de Jacob.
Cosas admirables se dicen de ti, Ciudad de Dios:
«Contaré a Egipto y a Babilonia entre aquellos que me conocen; filisteos,
tirios y etíopes han nacido en ella».
Así se hablará de Sión: «Este, y también aquel, han nacido en ella», y el
Altísimo en persona la ha fundado».
Al registrar a los pueblos, el Señor escribirá: «Este ha nacido en ella».
Y todos cantarán, mientras danzan: «Todas mis fuentes de vida están en ti».

Juan 10,22-30.
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era
invierno,
y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón.
Los judíos lo rodearon y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos tendrás en
suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente».
Jesús les respondió: «Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras
que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí,
pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas.
Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de
mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar
nada de las manos de mi Padre.
El Padre y yo somos una sola cosa».

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
No hay amor más grande

«Mis ovejas escuchan mi voz»

Puede ser que tú juzgues que es cosa difícil el orar porque no sabes
como hacerlo. Cada uno de nosotros debe ayudarse a orar: en primer lugar,
recurriendo al silencio, puesto que no podemos ponernos en presencia de
Dios si no practicamos el silencio, tanto interior como exterior. Hacer
silencio dentro de nosotros mismos no es cosa fácil, pero es un esfuerzo
indispensable. Tan sólo en el silencio encontraremos una nueva fuerza y la
verdadera unidad. La fuerza de Dios llegará a ser la nuestra para poder
cumplir cualquier cosa tal como se debe; será lo mismo para llegar a que
nuestros pensamientos estén unidos a los suyos, para la unión de nuestras
oraciones con sus oraciones, para la unidad de nuestros actos con sus
actos, de nuestra vida con su vida. La unidad es el fruto de la oración, de
la humildad, del amor. Dios habla en el silencio del
corazón; si te pones frente a Dios en el silencio y la oración, Dios te
hablará. Y sabrás entonces que tú no eres nada. Dios no puede llenarte de
él mismo hasta que tú no conozcas tu nada, tu vaciedad. Las almas de los
grandes orantes son almas de gran silencio. El silencio
hace cambiar nuestra visión de las cosas. Tenemos necesidad del silencio
para llegar a «tocar» las almas de los demás. Lo esencial no es lo que
nosotros decimos, sino lo que Dios dice, lo que nos dice, lo que dice a
través de nosotros. En un silencio así, él nos escuchará; en un silencio
así, hablará a nuestra alma, y escucharemos su voz.


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