LEVÍTICO PARTE IV/ CÓDIGO DE SANTIDAD/ CAPÍTULO 20

Seréis para mí santos, porque yo, el Señor, soy santo.

Me considero una persona eminentemente práctica y al leer estas palabras dadas por Dios a sus seguidores me pregunto ¿Y esos en la vida cotidiana qué significa?

Mis pensamientos me llevan a pensar rápidamente en Jesús, Dios hecho ser humano pare enseñarnos lo que significa ser un auténtico y genuino ser humano. Para mostrarnos el tipo de personas que hubiéramos podido ser si el pecado, nuestro deseo de vivir al margen de Él, no lo hubiera hecho totalmente inviable y nos hubiera convertido en lo que somos.

Siguiendo con esta línea práctica de pensamiento, ser santo sería ser más y más como Jesús, imitarle en su manera de ver a Dios y en su manera de ver a otros seres humanos. Implicaría ir incorporando a mi vida sus valores, sus prioridades, su forma de tratar a la gente, su compromiso con el Padre y con un mundo necesitado. En definitiva, ser un «pequeño Jesús».

Esto me ayuda a pasar del concepto «santo» como algo abstracto, etéreo, lindo para subrayar en nuestras Biblias a «santo» en la vida cotidiana, en el día a día, en la fábrica, la oficina, el hogar, la universidad, el vecindario, vivir en todas estas realidades como Él lo haría. 

Cuando pienso así, no sólo me resulta más fácil entender la santidad, sino que me siento más motivado para serlo.

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