LOS LIBROS… y lo que verdaderamente son.

Desde que tengo memoria he sido un asiduo lector de libros. Como fui educado en la disciplina militar, me enseñaron desde pequeño que una persona educada debe leer bastante. Eso me ayudó mucho a la hora de estudiar gramática en la escuela primaria. No tuve mucho problema con los verbos, sustantivos y adjetivos. También me ayudó a cultivar el amor a la poesía. He conocido una cantidad grandísima de autores. Desde los clásicos como los Diálogos de Platón, pasando por las tragedias griegas de Sófocles y otros. Me apasiona lo griego. Su metafísica, sus héroes y heroínas. Si usted no ha leído La Divina Comedia de Dante no sabe lo que se ha perdido. Es una joya… ¿Y qué decir de los grandes poetas latinoamericanos? ¡Uyyy! Hay buenísimos. Neruda, Batres Montúfar, David Vela, Sor Juana Inés y muchos más… En fin, leer un buen libro es como platicar con una buen amigo. Por supuesto, también he leído a los actuales: Michael  Crichton es un excelente novelista. Pero… ¿A qué viene todo esto? Pues no está usted para saberlo ni yo para contarlo pero fíjese que lo que hacemos con los libros lo hacemos con las personas… Déjeme explicarme… Cuando voy a la librería a buscar qué leer, lo primero que veo es el título. Segundo, la portada. Tercero la apariencia. Cuarto, en la parte de atrás encuentro una pequeña reseña de lo que trata el libro… Es decir, me permito dejarme impresionar por lo que veo a primera vista. Luego, también observo el grueso del mismo… Todo lo que conozco del libro es lo que he observado hasta ese momento. Recuerde que está sellado y no lo puedo abrir hasta que lo cancele en la caja… De manera que me arriesgo a comprar algo que no me pueda gustar más adelante. No tengo otra opción que arriesgarme a gastar unos cuantos dólares si me lo quiero llevar… ¿Qué muestras me da el libro para que lo compre? Solo lo que veo por fuera. Medito, lo sopeso, lo dejo, lo vuelvo a tomar… El asunto es que su pasta me atrae. No sé lo que voy a encontrar adentro… pero hay algo en su portada que me atrae…¡Y lo compro! Muchas veces, a las pocas páginas me decepciono y lo dejo por un lado, rumiando un poco de cólera por haber gastado unos centavos por gusto. Luego lo regalo a quienes coleccionan libros. Y me olvido de él. Y así vuelvo a la ruleta bibliotecaria. No puedo dejar de hacer lo mismo. Todos los libros se muestran de diferente forma… Y tengo que arriesgarme unas veces a ganar y otras a perder…Pues le cuento que lo mismo sucede con la gente. Lo que vemos es la portada. Vemos el nombre, el título, los dibujos y podemos leer una pequeña síntesis de su contenido… hasta que lo abrimos… Los libros me han enseñado cosas valiosísimas. Me han enseñado a tratar a las personas… Nunca las debo subvalorar solo por lo que veo en la portada hasta saber qué tienen adentro de sus páginas…Cada uno de nosotros somos eso: Libros. Escribieron historias que no se conocen hasta que abrimos nuestros labios. Nadie conoce lo que está escrito en nuestros corazones hasta que abrimos nuestras almas… Por eso, nunca juzguemos un libro por su portada. Algunas de las personas más justas están escondidas entre sus páginas… Pero hay que esperar y quitar el papel celofán que lo envuelve…Por eso, conocer a alguien se lleva un buen tiempo. No basta con leer su síntesis. No basta con ver su portada. No basta con ver su grueso… Nunca sabremos quién es una persona, hasta que leamos lo que lleva dentro de sí, aunque esté disfrazada rústicamente…

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