Los últimos momentos de Haendel.

Al Señor cantaré en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva. Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en el Señor.Salmo 104:33-34.

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En la abadía de Westminster en Londres, la mirada del visitante es atraída por una hermosa estatua que representa al gran compositor Haendel (1685-1759). El maestro se halla ante su órgano y tiene en la mano una partitura en la cual se aprecian estas sencillas palabras: “Yo sé que mi Redentor vive” (Job 19:25). Él había compuesto un magnífico oratorio sobre este versículo de la Biblia.

Se dice que antes de morir, el célebre músico pidió que le leyeran el Salmo 91: “Diré yo al Señor: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios en quien confiaré… No temerás el terror nocturno…” (v. 2 y 5). Respecto a cada uno de los que le honran con tal confianza, Dios declara: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre” (v. 14).

Haendel también pidió la lectura de la primera epístola a los Corintios, capítulo 15 e interrumpió varias veces al lector, diciéndole: Detente un instante, vuelve a leer este versículo. Sus últimas palabras fueron: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Haz que muera y resucite contigo.

Un fin tan apacible no es una excepción. Puede ser experimentado por todos los que han puesto su destino en las manos de Jesús, quien declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).


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