LUCAS 1
El primer capítulo de Lucas es largo, probablemente el de mayor duración de todos los evangelios. Narra el anuncio del nacimiento de Juan, el de Jesús y el nacimiento del precursor del Maestro para acabar con la profecía de Zacarías, el padre de Juan, acerca del ministerio que tendrá su hijos. Precisamente unos párrafos de esta profecía son los que han capturado mi atención:
En cuanto a ti, hijito mío,
serás llamado profeta del Dios altísimo,
porque irás delante del Señor
preparando sus caminos,
para hacer saber a su pueblo
que Dios les perdona sus pecados
y les da la salvación.
Porque nuestro Dios, en su gran misericordia,
nos trae de lo alto el sol de un nuevo día,
para dar luz a los que viven
en la más profunda oscuridad,
y dirigir nuestros pasos
por el camino de la paz.»
serás llamado profeta del Dios altísimo,
porque irás delante del Señor
preparando sus caminos,
para hacer saber a su pueblo
que Dios les perdona sus pecados
y les da la salvación.
Porque nuestro Dios, en su gran misericordia,
nos trae de lo alto el sol de un nuevo día,
para dar luz a los que viven
en la más profunda oscuridad,
y dirigir nuestros pasos
por el camino de la paz.»
Bien sé que esta profecía es exclusiva para Juan, sin embargo, creo que captura bastante bien el sentido de misión que todos nosotros, como seguidores de Jesús, deberíamos tener. De hecho, es una auténtica descripción de misión o de trabajo con la que nos podemos sentir, no únicamente identificados, sino también retados para vivir llevándola a cabo.
Nos reta a varios puntos importantes: Preparar en las vidas de las personas el camino para que Jesús pueda encontrarse con ellos -demostrar el Reino con nuestro estilo de vida- Hacer saber que hay perdón de los pecados y salvación -proclamar el Reino del Señor- Traer paz y luz a los que viven en ansiedad y oscuridad -actuar como agentes de restauración de un mundo roto.
Todo esto me hace pensar en qué medida mi vida se une a la de Juan para hacer que el Reino y la misión salvadora de Jesús se hagan reales.
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