Yo, el Hijo del hombre, he venido para buscar y salvar a los que viven alejados de Dios.
Lucas 19 contiene el encuentro de Jesús con Zaqueo, el recaudador de impuestos para el gobierno romano. Este pasaje es un canto a la gracia extravagante de Dios, esa gracia que es considerada como inaudita e incluso irreverente por parte de aquellos que se consideran a sí mismos como moral y espiritualmente superiores a otros. Esa gracia que viene como una sorpresa sobre aquellos que consideran que no la merecen pero que a la vez produce en ellos un cambio y transformación o, en palabras del propio Jesús, la salvación llegando a ellos.
Encuentro este pasaje, como el recientemente leído de Lucas 15 acerca del padre que ama y perdona, profundamente subversivo. Nos habla de un Dios que toma la iniciativa de acercarse a aquellos a los que nadie se acerca, de valorar a los que nadie valora, de amar a los que no lo merecen, de ofrecer dignidad a los que desde un punto de vista moral y espiritual merecen todo lo contrario. Porque está claro que la gracia de Dios que cambia y transforma es subversiva y transgresora además de ser del todo políticamente incorrecta.
Este pasaje me desafía a alinearme con Jesús en su misión de buscar a los que están enfermos y perdidos. Me cuestiona mis métodos y procedimientos y me recuerda que es única y exclusivamente la gracia lo que puede transformar, cambiar y redimir a la gente.
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