El segundo capítulo del evangelio de Lucas narra la infancia de Jesús, época bien desconocida de la vida del Maestro. Lo que ha llamado mi atención es el último versículo de esta parte del relato evangélico:
Y Jesús seguía creciendo en sabiduría y estatura, y gozaba del favor de Dios y de los hombres.
Jesús crecía como persona, en sus relaciones y en su espiritualidad. La verdad, esto me ha hecho pensar en mí mismo y hasta que punto esto es real en mi vida.
Acumular conocimiento no equivale a tener más sabiduría. En la Biblia esta es considerada como la capacidad de organizar el proyecto vital alrededor de aquello que la Palabra de Dios enseña. La sabiduría debería, por tanto, impregnar mis prioridades, mis actitudes, mis valores, mi dirección y sentido en la vida, mi capacidad de tomar decisiones y darme un buen equilibrio.
La segunda área de desafío tiene que ver con el favor de los hombres. No creo que se refiera al hecho de vivir buscando la aprobación de los demás ni su aplauso, pero si creo que tiene que ver con el hecho de vivir como un agente de restauración que, allí por donde pasamos, dejamos un sabor de bendición.
Finalmente, me reta el aspecto del favor de Dios. No creo que tenga que ver con mi «posición en Cristo», entiendo que esta está basada en la gracia y no en nada que yo pueda hacer o dejar de hacer. Pienso, más bien, que tiene que ver con mi deseo de complacer y agradar al Padre con la manera que vivo.
La verdad, pienso que no importa los años de veteranía que uno lleve en el evangelio, si no hay un crecimiento en estas tres áreas algo patológico está sucediendo, cuanto antes lo diagnostiquemos y enfrentemos, mucho mejor.
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