23 Pero ellos insistían a gritos, pidiendo que lo crucificara; y tanto gritaron que consiguieron lo que querían. 24 Pilato decidió hacer lo que le estaban pidiendo; 25 así que dejó libre al hombre que habían escogido, el que estaba en la cárcel por rebelión y asesinato, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
El capítulo 23 de Lucas describe cómo Jesús fue juzgado e injustamente crucificado. Al leer los versículos que he reproducido en esta entrada me he dado cuenta de algo que, aunque muy evidente, nunca antes había percibido, a saber, que el cambio de Barrabás, un asesino y maleante, por Jesús es una metáfora del cambio de la vida de Jesús por mi propia vida.
De hecho, en eso consiste precisamente mi salvación, en que a pesar de ser culpable, de merecer el castigo del Señor y vivir separado de Él, su amor ha sido tan grande que le ha llevado a tomar mi lugar para que yo pueda vivir.
Desconozco qué debió sentir Barrabás ante semejante «golpe de suerte». Alguien que sólo tenía como horizonte la muerte se ve, repentinamente, libre y en condiciones de comenzar una nueva vida. ¿Se reformó? ¿Se convirtió en alguien que aprovechó esa segunda oportunidad para vivir de forma diferente? o, por el contrario, se felicitó por su buena fortuna y siguió su carrera delictiva.
Esa misma pregunta me la hago a mí mismo. Ese «golpe de suerte» que ha sido la salvación ¿Me ha cambiado y transformado? ¿Me ha dado un simple y sencillo barniz religioso? ¿Me ha dejado indiferente y vivo como vivía antes?
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