Mi mecanismo de defensa: Pretender que nada sucede

por Marielos Hernández

Después de haber preparado y enseñado en nuestra reunión de mujeres sobre nuestro caminar para iniciar el 2011 y con qué zapatos (esos conceptos defensivos con los que andamos) estábamos caminando hacia la pureza, estuve pensando, meditando y cuestionándome sobre si en verdad yo ya había cambiado todos mis viejos hábitos y conductas que había fabricado como una defensa para evitar el ser lastimada o desvalorizada, o si tendría por allí un par de ‘zapatos’, tal vez escondidos en un rincón pero listos para usarlos cada vez que me sintiera amenazada o enfrentada a una situación que me fuera difícil resolver.

En estas semanas el Señor me condujo a un desierto personal (Os. 2:14) y usó la muerte reciente de mis dos hermanos para transportarme a infancia y adolescencia, para mostrarme el patrón de conducta que había adoptado para “defenderme” y hacerme según yo, independiente y exitosa.

Este patrón de conducta se había arraigado tan fuerte en mí, que ya no lo notaba como algo extraño a la verdadera identidad que el Señor me había dado.

El mecanismo de defensa que encontré era similar a mis pantunflas favoritas, un patrón que me hacía sentir confortada, una ‘zona conocida’ a la que recurría cada vez que me sentía insegura ante una situación o persona; mi defensa era el de aislarme. Yo tiendo a dejar de hablarle a una persona o ignorar una situación conflictiva, pretendiendo que no es real y me escondo en el silencio o ausencia. Por supuesto, esta defensa me traía más aislamiento, pero mi fachada era la de una persona muy segura de mí misma, pero por dentro manejaba mucha frustración y desaliento. Aunque estas pantunflas parecían suaves, me estaban haciendo ampollas de tanto dolor.

Dios necesita que no guarde ningún “hábito” del cual pueda echar mano, para poder escuchar su voz, ser confrontada con Su amor y animada a tomarme de Su mano para andar descalza, sin muletillas, sin mecanismos de defensa, sin temores ¡y que libertad se siente!

Ahora quiero preguntarles a ustedes si han meditado en sus viejos hábitos, los mecanismos de defensa que el pecado sexual o las heridas les dejaron, y que examinen si le han pedido al Señor que se los muestre, y que se atrevan ir al desierto donde el Señor las espera para hablarles y mostrarles Su amor infinito.

Que esta semana sea de arrancar, destruir, arruinar y derribar viejos hábitos, para edificar y plantar lo que el Señor ya ha formado en cada una de nosotras (Jer. 1:10)

Las bendigo en el nombre de Nuestro Amado Señor Jesucristo.


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