No desechar la Palabra

Salmo 119.9-16

Esteban compró un juguete nuevo para sus nietos. Después de echar una mirada a las instrucciones, puso el folleto a un lado, y comenzó a armarlo. Unas horas después, ya frustrado, recogió humildemente las instrucciones y siguió los pasos para armar el juguete. Lo hizo en poco tiempo, y los nietos comenzaron a jugar felices.

Esteban sabía que el fabricante tenía un plan para armar el juguete. Pero por considerarse un hombre inteligente, pensó que él también podría hacerlo. Muchas personas hacen lo mismo en cuanto a las Sagradas Escrituras. En vez de tratar a la Palabra de Dios como un manual para la vida, la miran de vez en cuando y no están seguros de qué hacer después. La Biblia es como el diagrama que el Padre celestial nos ha dado de sí mismo. Dios enseña a los creyentes quién es él, qué piensa, y cómo actúa. Conocer los caminos del Señor nos garantiza decisiones sabias que lo honran a él.

La Biblia es también el manual de Dios para la vida. Insisto en que se lea cada día, porque los creyentes no pueden tener éxito o victoria espiritual sin ella. En el pasaje de hoy, leemos que si una persona quiere tener una vida recta, debe cumplir con los preceptos de la Palabra de Dios. Por supuesto, la única manera de saber cuáles son, es leyendo, estudiando y meditando en la Biblia.

La Palabra de Dios es nuestra posesión más valiosa. Desecharla es tan insensato como tirar una billetera llena de dinero. Entre las riquezas de la Biblia están historias que nos enseñan cómo servir al Señor, y los principios sobre cómo agradarle. Y tiene un tesoro de enseñanzas para tener una vida con propósito.

 

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