Así que de pronto llamó el Señor a Moisés, a Aarón y a María y les dijo: — ¡Acudan ustedes tres a la Tienda del encuentro! Y así lo hicieron. Entonces el Señor descendió en una columna de nube, se detuvo a la entrada de la Tienda y llamó a Aarón y a María. Se acercaron ambos y el Señor les dijo: — Oigan mis palabras. Cuando un profeta surja entre ustedes, yo, el Señor, me revelaré a él en visiones y hablaré con él por medio de sueños; no así con mi siervo Moisés a quien he confiado toda mi casa. Con él hablo cara a cara, claramente y sin enigmas, mientras él contempla mi semblante. ¿Cómo, pues, se han atrevido a criticar a Moisés, mi siervo? (NÚMEROS 12:4-8 BHTI)
Moisés fue cuestionado por sus propios hermanos pero como ya hemos visto era un líder manso, es decir, que dejaba que su fuerza estuviera bajo el control de Dios. Una de las características de este tipo de líderes es que dejan la reivindicación de sus derechos o su posición en las manos de Dios. Moisés no emitió ninguna queja ni tampoco puso de manifiesto sus derechos para liderar el pueblo, antes bien dejó que fuera el Señor quien saliera en su defensa como así pasó tal y como lo demuestran los versículos referidos.
Es mi modesta opinión que esto se aplica al liderazgo y a la forma en que el líder debe afrontar situaciones similares. No discutiré, y humildemente aceptaré, opiniones diferentes al respecto, sin embargo, yo optaré por la opción de Moisés y dejaré que sea el Señor quien, a su tiempo, cómo y cuándo lo considere oportuno reivindique mi nombre, mi autoridad y mi posición. La vida me ha hecho ver que, al final, Dios nos pone a cada uno de nosotros en el sitio que nos corresponde.
El liderazgo que el Señor nos haya dado nadie nos lo podrá quitar -aunque nos los puedan cuestionar e incluso retar-. Aquel que no provenga de Él no vale la pena intentar retenerlo.
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