Entonces, de todo lo que reciban deben separar una parte como ofrenda al SEÑOR, y esa debe ser la mejor parte. (Números 18:29 PDT)
En este capítulo se hablan de las ofrendas que deben ofrecerse al Señor y lo que para mí destaca por encima de todo, y no es la primera vez que aparece este matiz, es la calidad de aquello que ofrecemos al Señor que debe ser simplemente lo mejor.
Esto plantea una sería reflexión para todo seguidor de Jesús acerca de qué estamos ofreciéndole al Señor y la calidad de lo mismo. Por favor, no estoy hablando de confundir lo que le damos a la iglesia o una organización cristiana con lo que le damos a nuestro Maestro, aunque esto último puede ser una parte de ello. Podemos dar tiempo e incluso dinero a la iglesia local a la que pertenecemos y, sin embargo, nuestro corazón, nuestras lealtades, nuestras prioridades, nuestros valores y nuestros principios, en definitiva todo lo que rige nuestra vida, retenerlos total y absolutamente para nosotros.
Podemos no servir en la construcción del Reino o hacerlo con total y absoluta mediocridad, a desgana y por obligación y, naturalmente, no le estamos dando lo mejor que tenemos a nuestro Dios. Tal vez porque, como dice la Escritura en palabras del mismo Jesus, donde está nuestro tesoro está nuestro corazón y, para que vamos a engañarnos, este no está en Dios.
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