NÚMEROS PARTE I/ LA GENERACIÓN DEL DESIERTO/ CAPÍTULO 9

Daba lo mismo que fueran dos días, un mes o un año; mientras la nube permanecía sobre la Morada [Tabernáculo], los israelitas permanecían acampados y no se movían; solamente cuando la nube se levantaba, ellos partían.

Para el pueblo de Israel en el desierto no había problema para discernir qué deseaba Dios. Las señales eran visibles, claras, notorias, contundentes y todo el mundo podía verlas, simplemente tenían que mirar.

A lo largo de mi experiencia pastoral he visto que uno de los problemas que más angustia a las personas es, precisamente, discernir qué quiere Dios para sus vidas. Esto afecta tanto a decisiones de gran calado, llamémoslas estratégicas, como las de pequeña importancia, denominémolas tácticas. Es una preocupación normal, habitual y legítima. Muchas personas desearíamos tener evidencias tan claras y notables como la nube y la columna de fuego.

El pueblo de Israel sólo tenía que mirar, sin embargo, también he comprobado en mi experiencia como pastor que muchas de las personas angustiadas por conocer la voluntad de Dios no se paran ni toman el tiempo para mirar. Me explicaré. 

Creo firmemente que Dios continúa hablando hoy en día y lo hace de forma clara y concisa y usa para ello varios medios. Habla a través de su Palabra, cuanto más la conocemos más Él la relacionará con nuestra experiencia del hoy y del aquí. Habla a través del Espíritu Santo que pone impresiones en nuestro corazón, que habla a lo profundo y lo íntimo. Habla por medio de las circunstancias que nos dan pistas acerca de la vida, las cosas y las situaciones y habla, por último, por medio de otros seguidores de Jesús que con su experiencia y su discernimiento nos pueden ayudar a entender mejor qué quiere el Señor de nosotros.

Ahora bien, todo esto implica intencionalidad. Intencionalidad y pro-actividad en pasar tiempo en el conocimiento de las Escrituras, el silencio para escuchar al Espíritu hablar a nuestro corazón, la oración para comentar las circunstancias de la vida con Dios y, por último, para compartir con los hermanos acerca de qué vivimos, qué sentimos, qué nos preocupa. No es una cosa o la otra, es una combinación de todas ellas.

Los israelitas simplemente tenían que mirar. Nosotros simplemente tenemos que cultivar una relación con Dios. Son aquellos con relaciones más intensas los que mejor disciernen, pero eso si, no es algo otorgado, es algo cultivado, trabajado, ganado.

¿Cuánto tiempo, esfuerzo y pro-actividad dedicas a cultivar tu relación con Dios?

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